jueves, 8 de diciembre de 2016

Otoño en Escocia y algunos libros



Señor. Octubre y noviembre han volado del calendario y apenas he tenido tiempo de nada. ¿Tenéis una mudanza en perspectiva? Si la respuesta es si, entonces ¡ánimo! Cuando parece que el caos no terminará nunca, de repente está todo otra vez en su sitio y te sientes de nuevo en casa.

Me hubiese gustado publicar esta entrada mucho antes pero bueno, aquí os dejo por fin algunas notas y fotografías de la escapada que hice a Escocia a finales de octubre (al paso que voy ya os hablaré de Islandia en 2017). Si ya conocéis Edimburgo, espero que este paseo os traiga buenos recuerdos y si todavía tenéis la visita pendiente, no la pospongáis demasiado. Edimburgo es una ciudad fascinante que estoy segura no os dejará indiferentes.

En esta ocasión Jean y yo apenas tuvimos tiempo de pasear y de disfrutar de la ciudad. Llegamos un jueves por la tarde y nos fuimos al día siguiente, así que ya veis, fue más un: "Hey! Nos vemos pronto que ahora tengo prisa", que una verdadera visita. Pero bueno tuvimos tiempo de pasear por la Old Town al atardecer y de visitar el cementerio de Greyfriars; de cenar en un pub de Grassmarket y  de extasiarnos con las vistas en la habitación del hotel, mantita en mano. Todo muy apropiado para una noche otoñal escocesa. 
No se si os ocurrirá a alguno de vosotros, pero tengo que confesaros algo: a mi Edimburgo me fascina y atemoriza a partes iguales. Podéis echarle la culpa a R.L Stevenson, a Burke y a Hare, a Deacon Brodie o, sobre todo, a mi amiga Stephanie (compañera de aventuras en mi primer viaje a Escocia) y a su retahíla de historias de fantasmas escoceses. A la luz del día, todo va sobre ruedas; Edimburgo me maravilla con su sobria elegancia, con sus jardines, y las siluetas de sus castillos a cada extremo de la Royal Mile. Pero al caer la noche, cuando la niebla remonta desde el estuario del Forth y cubre la ciudad, entonces todo cambia. Vienen a mi mente historias de aparecidos que acechan en la oscuridad de los close de la Royal Mile; de asuntos turbios que involucran a ladrones de cadáveres y a otros hombres de ciencia... Es entonces cuando os prometo que no me viene nada mal una pintilla de Strongbow o de Guinness para reforzar el espíritu y aligerarme un poco el ánimo.  Que le vamos a hacer,  son los gajes del oficio de un alma impresionable y romántica.

Como veréis en las fotografías el otoño le sienta bien a Escocia. Bien, es cierto que está majestuosa en cualquier estación, pero hay algo en la atmósfera otoñal que conecta a la perfección con estas tierras.


Cuando llegué a la habitación del hotel y vi esta imagen, me planteé no salir de la terraza hasta el día siguiente.




La catedral St.Giles y el Market Cross de la Royal Mile
Callejeando por Victoria Street (no os olvidéis de entrar en esta tienda Museum Context para conseguir los mejores souvenirs de Escocia) y los close que bordean la Royal Mile.


Bellas lápidas del cementerio de Greyfriars Kirk

Siluetas de la Old Town al anochecer (ahí es cuando empezaba a hacerme falta un
lingotazo de whisky :D)
A la mañana siguiente nos despertamos temprano para disfrutar de un paseo por "The Meadows"

Y por supuesto no podía despedirme de Edimburgo sin visitar alguna de sus librerías. En The Old Town Bookshop eché un vistazo rápido y vi que estaban muy bien surtidos en material sobre la historia escocesa (aficionados, este es vuestro sitio). Pero mi objetivo principal era Armchair Books, una librería de segunda mano que es una auténtico paraíso para los que gustamos de los libros con historia a sus espaldas. La visita prometía y no defraudó en absoluto. Hubiese pasado horas con la cabeza metida entre las estanterías que cubren hasta el último rincón de la tienda. El espacio es exiguo pero ¡vaya colección tienen tras esa puerta verde! Ficción, ensayo, libros ilustrados...tenéis material para todos los gustos y sobre todo ediciones antiguas (como las de Methuen&Co) que harán las delicias de los buscadores de "novelas olvidadas".  

Una vez en posesión de algunos libros, recogimos las maletas en el hotel y nos fuimos a la estación de Waverley para coger el tren hacia Aberdeen. Dos horas y media más tarde Emmanuel y Marion nos recogían para llevarnos a su casita de Tollohill Crescent. Apenas teníamos un día completo antes de viajar a Islandia (de ahí la escala en Aberdeen, para poder despegar los cuatro juntos en un avión de playmobil que ya os enseñaré), pero pudimos dar un buen paseo por Aberdeen y hacer una pequeña escapada a Stonehaven y al Castillo de Dunnottar.

Vista de Stonehaven; el sticky toffee pudding que me comí en The ship Inn; no podía faltar el cuadro dedicado
a Robert Burns en el museo de historia de Stonehaven y finalmente una vista del castillo de Dunnottar antes de
que empezase a llover con ganas.

Poco os puedo contar de Aberdeen, porque apenas pasé una mañana visitándola; pero os puedo asegurar que hace honor a su nombre, la ciudad de granito. Todos sus edificios están construidos con esta piedra y el ambiente general es inconfundiblemente gris.  Aberdeen es una ciudad volcada al mar del Norte, a la pesca y, sobre todo, al petróleo. Emmanuel que trabaja para una compañía petrolífera nos hizo una visita guiada por el Museo Marítimo de la ciudad (gran parte de él está consagrado a la vida en las plataformas) y así pudimos darnos una idea de lo mucho que el oro negro significó y, aún hoy en plena crisis, significa para la ciudad. 

Stonehaven por su parte, es un entrañable pueblecito costero cuya visita disfruté muchísimo. De color gris y carácter robusto, sus casas parecen bien dispuestas para enfrentar las tempestades del Mar del Norte. Tempestades de las que ha sido testigo, a lo largo de muchos siglos, el Castillo de Dunnottar. Su silueta recortada frente al mar es todo lo que uno puede desear de un castillo escocés. Es una lástima que esté en ruinas (me acordé muchísimo de nuestra visita años atrás al castillo de Urquhart), pero darse un paseo por sus torreones merece totalmente la pena. 
Si pasáis algún día por Stonehaven os recomiendo la comida del albergue "The Ship Inn". Su ambiente marinero y sus productos locales os dejarán un muy buen recuerdo de la cocina escocesa (no todo es haggis por esos parajes, gracias a Dios).

Antes de despedirme, os enseño (respetando la tradición) los libros que me traje en la maleta. Como ya os dije por Instagram, los compré todos en Armchair Books y si no llega a ser  porque me iba a Islandia...yo no se la de libros que me hubiese traído de allí. Las ediciones antiguas que puedes encontrar en los altillos de cada estantería son tesoros (eso si, cuidado cuando uséis la escalera de mano; que alguien os la sujete bien mientras andáis por las alturas, porque yo casi me descalabro cuando fui a buscar "Anna of the Five Towns"). 

Al final (con todo el dolor de mi corazón y alegría de mi bolsillo) estos son los únicos libros que me traje: 

- Anna of the Five Towns, una de las primeras novelas de Arnold Bennett.
- Fidelity de Susan Glaspell, uno de los títulos Persephone que tenía en mi punto de mira desde hace tiempo.
- A Book of Comfort de Elizabeth Goudge, un pequeño volumen que contiene una selección de sus poemas favoritos.
- Y para terminar  In search of England de Roy Hattersley, un recorrido por los lugares de predilección del autor, en el que tienen cabida: los paisajes, el arte, los personajes ilustres y las costumbres inglesas. Veremos que tal resulta.


Recién llegados a casa
Ahora si, me despido. Ya lo compartí años atrás con vosotros, pero para la ocasión vuelvo a invitar a mi amigo Charles (véase su alteza) para que recite uno de los más bellos poemas de Robert Burns, el bardo de Escocia. Podéis escucharlo aquí:

"My heart's In the Highlands, my heart is not here,
My heart's In the Highlands, a-chasing the deer"...

Un fuerte abrazo a todos y muy felices lecturas.