viernes, 29 de enero de 2016

Tres años y cinco días

Lo celebramos como de costumbre: con libros y algo rico para merendar. Hoy tarta de manzana, mi preferida.

El 24 de enero de 2013 vencí al fin la timidez y me atreví a publicar la primera entrada de A Book a Day. Apenas puedo creer que ya hayan pasado tres años; y aún menos que este rinconcito haya llegado a convertirse en algo tan especial para mi. Supongo que compartiré con muchos de vosotros esa sensación, pero no puedo dejar de confesar lo evidente: escribir aquí me llena y me enriquece; me hace feliz. Me encanta reservar un tiempo para él, robarle horas al día para regalarme ese momento tan mío en el que solo existe la página en blanco, mis libretas de notas, los libros que llevo entre manos y las ideas que revolotean por mi cabeza.

Tengo la impresión de que estos tres años han dado para muchos de esos momentos y, como soy nostálgica por naturaleza, a veces no puedo evitar echar la vista atrás con un puntito de tristeza. Lo que más me gusta es mirar entradas antiguas y leer los comentarios, incluso ese pionero que un día dejó Isi para euforia mía. ¿La razón principal? Ellas: María José, Lammermoor, Rebeca, Ángela, Cristina, Teresa, Sofiatura, Laura...todas esas "lectoras comunes" con las que compartí libros, comentarios e incluso alguno de los inolvidables Readathones de Isi. El día en el que decidieron guardar silencio en sus rincones me quedé algo huérfana, pero desde aquí quiero darles las gracias por todo lo que me llevé en la mochila gracias a ellas, por todo lo bello que me aportaron. 
Al fin y al cabo, creo que eso es lo que hace especial todo esto, la inspiración que recibimos e intentamos dar a cambio. 

A lo largo de todos estos meses, esa ha sido mi única meta. Juntos hemos viajado y desvalijado librerías; compartido instantes cotidianos, tazas de té o café, bellas fotografías y sobre todo, lecturas. Si en todo este tiempo habéis podido encontrar en mis entradas una pizca de la misma felicidad que yo sentí al leer las vuestras, entonces habré recibido mi recompensa. 

Me llevo muchas cosas de estos tres años: vuestras visitas, vuestros cariñosos comentarios, recomendaciones y enseñanzas de todos los que estuvisteis y de los que seguís estando. Por todo ello, y de corazón, miles, millones de gracias.

Puede que llegue el día en el que la vida y sus circunstancias nos obliguen a cerrar nuestros rincones; pero se que, pase lo que pase, no romperemos todos los lazos. Seguiremos unidos a través del amor por los libros que un día nos hizo encontrarnos.

¡Qué este 2016 nos depare buenos momentos y, crucemos bien los dedos, inolvidables lecturas!

Un abrazo enorme para todos.



PD. Cómo ya os dije por Instagram voy a estar algunas semanas en Alicante, pero en cuanto vuelva a París os avisaré del pequeño regalito que quiero haceros con motivo del aniversario. Un Persephone anda buscando dueño y me hará muy feliz hacer de mensajera.

Ahora mismo estamos en "la terreta", hablaremos de negocios
librescos a la vuelta :)

sábado, 23 de enero de 2016

Testament of Youth de Vera Brittain

Una de mis mejores lecturas del 2015
Llevo mucho tiempo prometiendo hablar de este libro y por fin hoy cumplo mi promesa. No va a serme fácil, porque he sacado tanto de él y ha supuesto una emoción tan grande leerlo que temo a cada paso no hacerle justicia. Pero, con mucho respeto, voy a intentarlo.

Se que muchos habéis conocido a Vera Brittain a través de la reciente adaptación al cine de sus memorias (sin duda una excelente forma de llegar a ella); pero si tenéis la oportunidad, comprad un ejemplar de Testament of Youth y empezad a leerlo con calma.  Puede que os impresione su grosor, pero puedo prometeros que no os costará nada devorar sus páginas. Vera Brittain escribe con la sinceridad y la franqueza del amigo que susurra una vieja historia al oído. Querréis leerla deprisa para seguir descubriendo su testimonio y, al mismo tiempo, frenar el ritmo para permanecer con ella el mayor tiempo posible. Yo nunca olvidaré las tres semanas que empleé en leerlo. La rabia, la emoción y las lágrimas que derramé entre sus páginas. 

Como bien dice Mark Bostridge, biógrafo de Vera, en la introducción de la edición de Penguin Classics, "para Vera la publicación de "Testament of Youth" supuso el paso de un rubicón personal. Cerca de los cuarenta por fin había pasado, de la oscuridad, a la fama literaria con la que había soñado desde niña." Precisamente son esos sueños y ambiciones  de juventud los que protagonizan los primeros compases de Testament of Youth

La juventud de Vera, junto a sus padres y su hermano Edward, transcurrió en la pequeña ciudad de Buxton. Corrían los años de reinado de Eduardo VII y la descripción de esos días de inocencia ilustra a la perfección aquella Inglaterra de preguerra. La casa de los Brittain representaba  la esencia misma del hogar de clase media eduardiano. Una casa regida al ritmo de la música del pianoforte y de las comidas y reuniones familiares; de las lecturas adecuadas y los códigos de comportamiento respetables. Las convenciones sociales estaban a la orden del día y 
como cualquier jovencita de su época, Vera asistió como alumna a un respetable colegio de señoritas. 


Una joven Vera.
Pero mientras sus elegantes compañeras se preparaban para pulir sus cualidades como futura esposa, Vera empezó a descubrir con fascinación los entresijos del movimiento sufragista, leyó con fruición reivindicativos ensayos (poco recomendables) y, con ellos, amplió un horizonte que hasta entonces se había visto limitado a la costura, a unas cuantas nociones básicas y a las buenas maneras. Si bien es cierto que no pudo escaparse de sus obligaciones como debutante, una petición no dejó de rondar su cabeza. Entre 1912 y 1913 su vida transcurrió en una interminable sucesión de bailes, vestidos blancos, partidas de tenis, golf, lecciones de música y alguna que otra participación como actriz amateur. Pero pronto reunió el valor para confesarle a su padre su deseo de dejar Buxton y convertirse en universitaria. 

Vera vio en la Universidad la oportunidad de escapar de las convenciones y de la vida social de una pequeña ciudad de provincias. Y no sin mucho insistir, y con la complicidad de su hermano Edward (al que estaba especialmente unida), consiguió el visto bueno de su padre.  Empezaron entonces los meses de preparación del examen de acceso al Somerville College de Oxford. Y sin duda todo este combate de Vera por elegir su propio camino es uno de los aspectos que hacen tan interesante la lectura de Testament of Youth. En el empeño de Vera se refleja la lucha de toda una nueva generación de mujeres; la reivindicación de querer ser algo más que madres y esposas.

Somerville College a principios del siglo XX
Oxford significaba pues conocimientos y libertad. Ante ella se abrían las mejores conferencias del mundo, maravillosas bibliotecas, fascinantes librerías, intelectuales que conocer. Y también la sarta de habladurías en Buxton al verla enfrascada en sus libros, día y noche. Era común oír a las amistades de su madre diciendo escandalizadas "Have you heard? Vera brittain's going to be a lecturer!".


Ser una bluestocking era impopular y la decisión de Vera de estudiar literatura le hicieron ganarse no solo los apelativos de ridícula o excéntrica, si no la terrible amenaza de que le sería mucho más complicado encontrar marido después de sus aventuras intelectuales.


Es entonces precisamente, cuando a instancias de su hermano, conoce a Roland Leighton. De caracteres parecidos, Vera y Roland congenian enseguida y es una delicia asistir a sus primeras conversaciones sobre literatura y religión; a su intercambio de cartas, poemas y libros; y, como no, a sus primeros encuentros como pareja. Con lentitud y seriedad, el noviazgo fue avanzando a lo largo de 1914 conforme a los cánones de la época.
Edward Brittain, Roland Leighton y Victor Richardson,
"los tres mosqueteros" (fuente).
Pero el amor no alteró los firmes principios de Vera; ser una esposa mantenida no era una opción: "casada o no estaba determinada a mantenerme a mi misma, preferiblemente gracias a mis escritos, y nunca convertirme en una carga financiera para mi marido. Estaba convencida ya entonces que la libertad personal y la dignidad en el matrimonio eran incompatibles con la dependencia económica".

Con el aprobado en su bolsillo Vera inició su aventura en Oxford, participando activamente en muchos comités como The Oxford Society for Woman Suffrage, The Bach Choir, The War and Peace Society...pero el  asesinato del archiduque el 29 de junio y la declaración de guerra puso puntos suspensivos a cualquier proyecto. Su hermano Edward, su prometido Roland y Victor el otro amigo que componía el grupo de "los tres mosqueteros" no dudaron en alistarse. En sus mentes brillaba la visión heroica de la guerra y su deber para con la patria y el honor. Y aunque en un primer momento la guerra parecía todavía algo lejano, pronto la atmósfera empezó a enrarecerse. Los uniformes invadieron las calles y los primeros reservistas fueron llamados a filas. 


Mientras sus más allegados empezaban las practicas militares en sus respectivos regimientos, Vera intentaba concentrarse en los estudios por los que tanto había luchado; pero muy pronto se vio incapaz de permanecer al margen del conflicto. Abandonando Oxford decidió enrolarse como enfermera voluntaria, primero en Buxton y más tarde en Londres.
Las jornadas extenuantes se fueron sucediendo, pero también la camaradería con sus compañeras y la libertad de estar sola fuera de casa por primera vez. Para ese entonces corría el año 1915 y Roland ya estaba luchando en Francia. 

Como bien detalla Vera en esta parte de sus memorias la angustia de saberle en el frente era casi insostenible. El sonido del teléfono, la llegada de un telegrama o las listas de heridos en los periódicos eran señales de alarma. En uno de los cortos permisos de Roland ambos pudieron encontrarse en la estación de Saint Pancras y vivir con su despedida, uno de los momentos más emotivos del libro. 


Vera como enfermera en Malta y reunida con su hermano.
Pero sin duda el momento trágico llegaría con el siguiente permiso de Roland. Este había conseguido liberarse para pasar las navidades en casa y Vera a su vez pidió unos días libres en el hospital. La cita estaba fijada en Brighton, hasta donde también viajarían sus respectivos padres. La celebración de una boda parecía algo inminente para todos. Pero tras esperar noticias de Roland durante todo el día 24, sin ningún éxito, Vera recibió el 25 una llamada en la que se anunciaba su muerte en el frente. Caído el 23 de diciembre. A un solo día de regresar a casa.

Esta sería la primera tragedia a la que Vera tuvo que hacer frente; le seguirían otras perdidas de amigos y sobre todo la de su adorado hermano Edward a escasos cinco meses de que terminara la guerra. Como es comprensible la firma del armisticio en noviembre de 1918 no supuso ningún motivo de alegría para ella. Un mundo nuevo empezaba, pero en medio de la celebración y la euforia, su único pensamiento estaba con los que se habían ido. Ni siquiera las palabras que su hermano le había escrito unos meses antes "we share a memory which is worth all the rest of the world, and the sun of that memory never sets" podían reconfortarla.

Nada describe mejor la sensación de pérdida y vacío de Vera que este párrafo "For the first time I realized, with all that full realisation meant, how completely everything that had hitherto made up my life had vanished with Edward and Roland, with Victor and Geoffrey. The war was over; a new age was beginning; but the dead were dead and would never return." No quedaba nadie cercano para compartir su dolor; todos los que habían dado sentido a su vida habían desaparecido para siempre.



A pesar de los duros golpes Vera, haciendo gala de la valentía y la determinación que muestra a lo largo de toda su autobiografía, continuó ejerciendo su labor de enfermera hasta el final de la guerra. Pasó por Malta y por los hospitales de campaña del frente francés; y una vez firmada la paz regresó a Oxford para continuar sus estudios. Solo una cosa cambió; de pronto comprendió que no podía seguir estudiando literatura inglesa y decidió matricularse en Historia. Quería encontrar en el pasado las causas de las desgracias presentes, comprender los comportamientos de sus contemporáneos buscando en las raíces más profundas.  Y, aunque para ella el cambio supuso un hándicap (pues estaba menos formada en esta nueva disciplina), nunca se arrepintió de su decisión.
En Oxford coincidiría con Margaret Kennedy, también estudiante de Historia y con Winifred Holtby, a la que estaría unida por una profunda amistad; y de pronto el sueño de convertirse en escritora, en paréntesis por la guerra, volvió a convertirse en el motor de su vida.


El piso de Doughty Street en el que
vivieron Vera y Winifred.
Fue en los periódicos locales de Oxford donde Vera escribió sus primeros artículos y una vez terminada la universidad, ella y Winifred, ya inseparables, decidieron compartir un pequeño piso en Londres. Su propósito era escribir sin descanso hasta conseguir hacerse un hueco en el mundillo literario londinense. Y leyendo su testimonio no se puede negar que no lo intentaran. 
Como bien confiesa Vera, sus padres hubiesen preferido verla felizmente casada, pero para ella, el tiempo pasado en el 58 de Doughty Street (situado en Bloomsbury) fue uno de los mejores de su vida. Pese al frío y a lo espartano de su situación, Winifred y ella estaban cumpliendo su sueño.

Dados los magros ingresos que obtenía de su pluma Vera no tuvo más remedio que compaginar la publicación de artículos, con el trabajo como profesora y oradora para la Liga de naciones, recorriendo muchísimas poblaciones del sur de Inglaterra y más tarde varios países europeos. Los éxitos literarios tardarían en llegar (sobre todo para ella, ya que Winifred correría más suerte gracias a sus novelas "Anderby Wold" y "The crowded Street", cuya reseña podéis leer aquí). Pero Vera nunca bajó los brazos y continuó escribiendo. El matrimonio y la maternidad parecían algo lejano y ajeno a ella. Se había convertido en una de esas "mujeres de más" características de su generación, retratadas con maestría por Virginia Nicholson en su libro "Ellas solas".

Vera con su marido George y sus hijos.
(Fuente)
Pero el destino quiso cruzar otro hombre en su camino, George Catlin, con el que terminaría casándose. Sin embargo, el día de su boda Vera no quiso olvidar a otro de los hombres de su vida. Como ramo no llevó lirios, ni brezo blanco, si no un pequeño  manojo de rosas anaranjadas; el mismo ramo que Roland le regaló muchos años atrás durante una noche de Año Nuevo. 

"In spite of the War, which destroyed so much hope, so much beauty, so much promise, life is still here to be lived". 

"A pesar de la guerra, que destruyó tantas esperanzas, tanta belleza y tantas promesas, la vida seguía ahí para ser vivida."

Testament of Youth es la prueba fehaciente de la voluntad de Vera Brittain de vivir la vida y de vivirla en paz. Con su libro, con su testimonio escrito desde el corazón y las entrañas, firmó un alegato pacifista ante el que es difícil  permanecer indiferente. 

Precioso testimonio de la I guerra mundial, del periodo que la precedió y el nuevo mundo que nació tras ella, Testament of Youth es ante todo el homenaje de una mujer valerosa a su generación. A su prometido, a su hermano y a todos los que vivieron, amaron y cayeron en la guerra. 

La lectura de libros como este siempre es valiosa; pero en los tiempos que corren resulta todavía más necesaria. 

No quiero perder la esperanza y espero que alguna editorial se anime a publicarla en castellano. Ninguna guerra debe sernos ajena y por más que España no participase en la I Guerra mundial, eso no significa que debamos permanecer ignorantes.

Con este deseo, pues, me despido; espero de corazón que si os animais a leerla disfrutéis con esta preciosa autobiografía. Para mi fue una de mis mejores lecturas del 2015 y sin duda un coup de coeur en toda regla.

Un fuerte abrazo a todos y muy felices lecturas. 


PD. Testament of Youth ocupa el año 1933 en mi Century of Books.

PD1. Uno de los libros que Roland recomendó y prestó a Vera durante su noviazgo fue Pêcheur d'Islande de Pierre Lotti. Ella lo cita con cariño en varias ocasiones y yo no pude evitar leerlo. Roland  estaba en lo cierto; es un libro precioso y totalmente recomendable. A partir de ahora siempre asociaré las dos historias y las recordaré con emoción.
PD2. No podía dejar de compartir el hermoso poema que Roland dedicó a Vera durante su noviazgo. Encontró la inspiración en uno de los paseos que dieron juntos.


Roland Leighton


lunes, 18 de enero de 2016

Los libros que encontré bajo el árbol...

Foto de familia en casa.
¡Y por fin estoy de vuelta para inaugurar 2016! Este año he alargado un pelín más las vacaciones de Navidad y casi casi me como enero sin pisar el mini piso. Volví a París el día 12, y no creáis que me resultó fácil acostumbrarme de nuevo a la rutina después de tantos días de jarana. 
Pero bueno, al final todo ha entrado en orden y por fin puedo sentarme tranquilamente con vosotros y hablaros de los libros que me regalaron durante las fiestas. Algunos fueron regalos de Reyes, otros de cumpleaños. Y...¡qué os puedo decir! Estoy tan feliz de tenerlos entre manos. 

Empezando el montoncito por arriba tenéis Usos y costumbres de los americanos de Fanny Trollope; un libro, publicado en 1832, en el que la sagaz Fanny recogió sus impresiones sobre los tres años que pasó en Estados Unidos. "No me gustan. No me gustan sus principios, no me gustan sus modales, no me gustan sus opiniones". Sentencias como esta y capítulos como "Viaje a las montañas en diligencia" o "Travesía por el Misisipí" me auguran un inolvidable viaje en su compañía. 

Le siguen otras dos obras de ficción ambientadas en territorio americano, Desde que el mundo existe de Rachel Field y Reencuentro de Margaret Deland. La primera llevaba en mi punto de mira desde que Reino de Cordelia anunciase su publicación. ¿Cómo iba a quedar indiferente ante una historia ambientada en las costas de Nueva Inglaterra? Amor, navíos, intrigas familiares...tiene todos los ingredientes para gustarme. A ver si acerté con dar tanto la tabarra con este libro. 
Y en cuanto a la nouvelle Reencuentro, solo puedo decir que resulta irresistible en todos los aspectos. Me ha conquistado su edición y la excelente introducción a cargo de mi querida Laura y estoy convencida de que también lo hará la historia de amor y segundas oportunidades que esconden sus páginas.

Cierran el montón tres títulos Alba que son tres joyas. Desde que recibí la preciosa edición de Cuentos de Navidad en Nochebuena no pude evitar abalanzarme sobre ellos y leer algunos durante las fiestas. Uno de los que más me gustaron fue "Las hermanas" de Nathaniel Hawthorne. Estoy segura de que voy a convertir en costumbre leerlo cada comienzo de año. Los hermanos Karamazov de Fiodor Dostoievski me permitirá continuar la apasionante y exigente aventura de adentrarme en la literatura rusa. Y en cuanto a Los cuentos de Katherine Mansfield, que os puedo decir. Era mi mayor deseo tenerlos. No puedo imaginar un regalo mejor. Leer a Mansfield se ha convertido en un placer y en casi una necesidad para mi. Ya la tengo completa en mi estantería.

No dudéis en invertir en ella. Vale su peso en oro.

Y firme, sujetándolos a todos, está mi nuevo ejemplar de Guerra y paz. Este fue el capricho que me autoregalé. Después del enorme disgusto que me llevé al leer Guerra y paz en la edición de Penguin Clásicos (primer borrador de la novela y por lo tanto incompleta), necesitaba urgentemente tenerlo en una buena edición íntegra. La de Alianza cumple con creces la misión. Desde principios de año he estado leyendo el primer volumen y acabo de comenzar el segundo. ¡Qué delicia y qué diferencia leerlo así! Nunca entenderé la decisión de Penguin de publicar el primer borrador de la novela.

Y cuando pensaba que los regalos literarios se habían acabado llegaron tres últimas sorpresas. Mi padrino me regaló con muchísimo acierto Todo ese fuego de Ángeles Caso, un nuevo acercamiento novelado, a la vida de las tres hermanas Brontë que estaba deseando leer; y un paquete con remitente americano puso la guinda del pastel cuando llegué a París. Mi querida Stephanie me regaló dos preciosas ediciones de Orgullo y prejuicio y Jane Eyre. Las habíamos visto en la tienda de Anthropologie cuando estuvimos juntas en el Marais y ¡qué bien sabía lo mucho que me iba a gustar tenerlas! Es cierto que no suelo tener muchas ediciones del mismo libro, porque apenas tengo espacio y tampoco soy yo muy fetichista con esto de las ediciones, pero estas las guardaré con muchísimo cariño.

Última foto del mini abeto antes de volver al armario y los tres nuevos inquilinos
de las estanterías. Cada vez que veo ese Jane Eyre me enamoro un poquito más :)
Y con este botín a cuestas, ya veis que lo mejor está por venir: dar buena cuenta de ellos y por supuesto compartir impresiones con vosotros. Espero de corazón que todos estéis disfrutando de vuestros regalos navideños, sean o no literarios, y que hayáis empezado el 2016 con energía y optimismo. 
Un abrazo enorme y ¡muy felices lecturas a todos!