martes, 26 de mayo de 2015

Virginia Woolf, diario de adolescencia.

Primera edición de los diarios de
Virginia Woolf.
Descubrí los diarios de Virginia Woolf por pura casualidad, mientras dotoreaba en google. 
Estaba buscando imágenes de las portadas que Vanessa Bell había diseñado para las novelas de su hermana, cuando de repente di con la fotografía que veis a la izquierda. En ella aparece la colección completa de los diarios de Virginia en su edición original; la publicada en 1945 por la Hogarth Press (editorial fundada por la propia Virginia y su marido Leonard Woolf).
Como es natural en mi, me obsesioné rápidamente con la idea de leer esos diarios. Empecé la búsqueda de ejemplares con esa obsesión desmedida del coleccionista por hacerse con su objeto de deseo,  y  poco tiempo después pude tenerlos en las manos.  Desgraciadamente la preciosa primera edición quedaba fuera de mi presupuesto, pero los cinco volúmenes que salieron al mercado en 1967 y la edición francesa, que es la que al final compré, resultaron opciones bastante más asequibles. La edición de La Cosmopolite que tengo en mi poder, a diferencia de sus homólogas inglesas, se publicó en dos únicos volúmenes. El primero corresponde a los Diarios de adolescencia y primera madurez, el segundo, bastante más voluminoso, contiene el resto de diarios hasta la muerte de Virginia. Si os parece centrémonos hoy en el primer volumen.
Edición francesa publicada por La Cosmopolite.
Este diario de adolescencia abarca de 1897 a 1909, exactamente la franja de edad para Virginia que va de los 14 a los 27 años. Son éstos años difíciles para ella; acaba de perder a su madre, pronto perderá a una de sus hermanastras, a su padre, a su hermano Thoby y además debe hacer frente a graves problemas de salud que se agudizan con las tragedias familiares. 
Lo cierto es que muchos de vosotros os estaréis preguntando ahora mismo ¿qué interés puede tener leer estos diarios? ¿por qué perder tiempo con los pensamientos más íntimos de Virginia pudiendo disfrutar directamente de sus novelas y ensayos? Bueno, dejad que intente convenceros de lo mucho que vale la pena.

Tengo que reconocer que su primer diario, el de 1897, es esquemático y bastante repetitivo. Virginia tiene apenas 15 años y sus entradas guardan casi siempre la misma estructura: he paseado, he leído, he ido a ver tal exposición o tal obra de teatro. Su familia y los muchos conocidos de su padre ocupan sus jornadas. 
Pero sin duda, lo que verdaderamente llama la atención de esta primera parte de su adolescencia es la enorme cantidad de lecturas que nutren sus páginas. Ficción, ensayo, biografía, los clásicos griegos y latinos, las últimas apariciones del panorama literario…la lista es exquisita e increíblemente amplia.  Dos años más tarde llegan los diarios de "Warboys" y los escritos de verano. La escritura de Virginia se afina, gana en sutileza, en belleza y arroja los primeros signos de la escritora que duerme en ella. Es consciente de su don y de su deber de trabajarlo y, creedme, asistir a ello es una autentica bendición.
"Escribir es un eterno recomenzar y cada vez espero conseguir mejores resultados" dice en una de sus entradas. Una máxima que mantuvo durante toda su vida.
Fotografías de infancia junto a su madre y su padre en la casa familiar
de Kensington.
Y mientras pule su estilo y sigue leyendo compulsivamente,  Virginia y sus hermanos llevan la vida que corresponde a su clase social. Después de la muerte de su padre, los Stephen se mudan del señorial Kensington al más modesto vecindario de Bloomsbury; y pese a los intentos de sus hermanos mayores (los Duckworth fruto del primer matrimonio de la madre de Virginia) por introducirles en el ambiente mundano y festivo de la buena sociedad, los pequeños Stephen: Thoby, Virginia, Vanessa y Adrian prefieren pasar tiempo a solas en su nueva casa del 46 de Gordon Square

Cuando mas feliz es Virginia es entre exposiciones, conciertos, lecturas y paseos. Y también durante las vacaciones de verano cuando los hermanos abandonan Londres siguiendo la tradición familiar.  Desde 1882 hasta 1894 los Stephen pasaron todas las vacaciones de verano en St Ives, un pequeño pueblo de la costa de Cornualles. Talland House la casa que alquilaban, el faro y los alrededores dejarían una fuerte impresión en Virginia, quien siempre asoció St.Ives al recuerdo de su madre. Pero tras la muerte de la Sra. Stephen otros lugares de veraneo tomaron el relevo. 
En sus diarios, Virginia enumera las casas que los hermanos alquilan por distintos lugares de Inglaterra. También los preparativos, los traslados, las maletas a rebosar de libros… y como no el transcurrir de los días en el campo o en la costa.  No importan las localizaciones; en todas ellas Virginia se entrega a largos paseos; momentos en los que carga con su cuaderno de notas y se consagra a la escritura. Cualquier detalle es objeto de descripción y en su afán por captar hasta la más mínima impresión, Virginia busca atrapar en el papel un haz de luz, un sonido o incluso un amanecer.  Después de leer Noche y día comprendo mejor ese vagabundear constante de  sus personajes, esa maestría en captar la atmósfera de Londres ¿lo hubiera conseguido Virginia sin esos paseos de exploración? ¿sin esa búsqueda constante de la perfección?

Conforme avanza el diario llegan los viajes al extranjero: España, Italia, Grecia, Turquía... y de nuevo Virginia escribe sobre cada destino. Arroja entonces comentarios que sin duda ayudan a contribuir a su fama de snob: su desprecio por la suciedad, por los malos modos, su negativa a viajar si no es en primera, sus apreciaciones algo despectivas sobre las costumbres del continente en comparación con la "civilizada" Inglaterra...
Vista de St. Ives en Cornualles, lugar de veraneo de la familia Stephen.
Retrato de Virginia.
Pero entre viajes, paseos y momentos de ocio también aparece en los diarios un momento clave en la vida de Virginia, sus primeros trabajos como profesora y sobre todo como  crítica literaria en The Guardian y en The Times (aquí podéis leer uno de los primeros artículos que Virginia consiguió publicar, con Haworth y los Brontë como protagonistas). Con estos trabajos llegarían esos primeros ingresos que tan importante fueron para ella y que tanta relevancia tendrán en su obra: la realización a través del trabajo, la necesidad de independencia... reivindicaciones para la mujer que pueblan su habitación propia, y definen a uno de sus primeros personajes de ficción el de Mary Datchet en Noche y día

Recordais lo que os preguntaba al empezar la entrada ¿es necesario leer el diario de Virginia para conocer su obra? Ciertamente os respondería que no. Podríais disfrutar de la misma forma de sus novelas sin necesidad de pasar por ellos.  Pero para mi, la lectura de Virginia Woolf después de haberme adentrado en sus diarios, ha cobrado una implicación difícilmente comparable.

Dos biografías a tener en cuenta.
La primera es exquisita
y sin duda una muy buena forma
de acercarse a Virginia.
Leer este diario ha sido un auténtico placer, un descubrimiento y un paso indispensable en mi comprensión de la obra de Virginia. He hecho mías sus motivaciones, sus impresiones y sus logros y he cerrado la última página con ese sentimiento de enriquecimiento que solo sobreviene cuando una lectura ha sido fecunda. Sus diarios no solo os permitirán  observarla como una joven más de aquel Londres eduardiano, en su vida cotidiana y en sus más íntimas acciones; también serán una ventana abierta para ser partícipes de ese proceso, casi sagrado, en el que la aspirante a escritora se convierte en una por derecho propio.

Si tenéis la oportunidad, no dudéis en acompañar la lectura de los diarios de Virginia con una de sus biografías. La de Alexandra Harris, concisa, elegante y amena es una estupenda opción para un primer contacto.  Y aunque en este caso todavía no he podido leerla y por tanto recomendaros a pies juntillas, no estaría de más echar un vistazo a La vida por escrito de Irene Chikiar Bauer, primera biografía de Virginia en castellano recién publicada en España.

Un abrazo y ¡muy felices lecturas a todos!

jueves, 21 de mayo de 2015

El regreso

Mi rincón favorito
Después de tantos días de silencio, me alegra mucho volver a escribir en el blog. En un primer momento pensé en llevarme el portátil conmigo para intentar escribir alguna entrada durante el viaje, pero algo dentro de mi me decía que no iba a poder dedicarle el tiempo necesario a escribir y a editar. 
Como temía, así fue. No paré quieta casi ni un momento, y los pocos instantes de descanso que tenía, caía rendida en el hotel o los empleaba para leer un rato las lecturas que preparé para el viaje.  Las "Ventanas de Manhattan" de Antonio Muñoz Molina me hicieron compañía en las largas horas del vuelo de ida; y junto a ellas el Persephone Biannually, una enorme pila de revistas y "La ciudad de la alegría" de Edith Wharton. Ese es el libro que devoré y terminé sentada en el sillón que veis en la fotografía.

Viéndolo ahora, menos mal que dejé el ordenador en casa. Lo hubiera paseado arriba y abajo temiendo por su integridad y sin darle uso. Me bastó con el cuaderno de notas que llevo siempre conmigo. Todo lo que escribí en él me ayudará a redactar el diario de viaje de Nueva York. Después de la cariñosa acogida que disteis a los diarios de Londres, espero que éste os resulte igual de útil y podáis hacer vuestros posibles itinerarios y sugerencias. 
Junto a los diarios llegará la pila de libros que me traje de las librerías neoyorquinas que visité. Os parecerá mentira, pero fueron pocos en comparación con todo el material disponible que hubiera traído conmigo. Como veréis, algunos son libros de ocasión, otros están nuevos y relucientes. Encontrareis biografía, ensayo y bastantes ejemplares de ficción; como no podía ser de otro modo, abunda entre ellos la temática americana.

Pero antes de todo esto, quiero compartir con vosotros algunas reseñas a las que quiero dar paso inmediatamente. Uno no puede darle largas de esta manera tan fea a Willa Cather, Virginia Woolf y Vita Sackville-West. Espero que os piquen la curiosidad y podáis disfrutar de estas lecturas tanto como yo lo hice. 

Por hoy creo que nada más. Solo deciros que es un enorme placer saludaros de nuevo :) 

martes, 5 de mayo de 2015

Notas de abril

Pese a que el mes pasado fue parco en diversiones y descubrimientos y largo en encierros, he conseguido reunir una pequeña lista de cosas que me hicieron feliz en abril. Aquí va:

Número de primavera/verano 15
- La primera de ellas fue encontrar en el buzón el nuevo Persephone Biannually.  En cuanto lo tengo en las manos, todo lo demás desaparece; me preparo mi tazón gigante de café a lo chica Gilmore y saboreo las noticias y artículos del Biannually acompañado de galletas.
Esta vez, sin embargo, me he contenido y he reservado el momento de lectura para una situación que para mi va a ser cuanto menos conflictiva. El día 7 de mayo salgo de viaje. En avión. Ocho horas y media. Creo que no necesito decir más. Ya sabéis lo mal que lo paso volando. 
Por eso me voy a llevar el Biannually conmigo con la esperanza de que me distraiga y apacigüe por lo menos durante un ratito. Crucemos los dedos. 

- Otra alegría de abril fue la visita que hice al Musée de Cluny, el Museo de la Edad Media de París. Si os interesa el mundo medieval no podéis dejarlo pasar si visitais la ciudad. Tanto el edificio como los fondos del museo son preciosos, aunque nada supera en belleza a la joya del museo: la colección de tapices de La dama y el unicornio
Recuerdo perfectamente la primera vez que descubrí su existencia. Fue en un viaje a Carcassonne con mi familia. Por todas partes había reproducciones de los tapices: en forros para cojines, en monederos, en bolsos…en fin ya imaginais el variado despliegue del mundillo souvenirs. Yo compré un tapiz en miniatura que mi madre hizo enmarcar para ponerlo en mi habitación, donde sigue todavía. Me gustaba tanto tenerlo al lado de la cama, me quedaba boba mirándolo. 
Como no, tuve que salir con algo de la
tienda del museo. ¡Como iba a resistir-
me a estos marcapáginas!
Por aquel entonces tenía una pequeña obsesión por la Edad Media, y en el caso de La dama y el unicornio se acrecentó con la publicación de la novela del mismo título escrita por Tracy Chevalier. ¡Como me gustó leer ese libro!  
Muchos años después, al situarme en frente de los tapices en la sala del museo volví a sentir todas las sensaciones y ensueños de la adolescencia. Castillos, caballeros, damas y leyendas volvieron a salirme al paso. Sin duda la visita mereció la pena. 

- Cotillear y devorar las entradas de Brain Pickings me encanta. Pero dado el endiablado ritmo de publicación de Maria Popova, me es imposible estar al día de todas. Este mes de abril me alegré muchísimo al encontrar esta recopilación de entradas sobre Consejos de escritura de célebres escritores. No voy a descubrir la piedra filosofal con ellos y estoy segura de que las palabras esfuerzo, trabajo y constancia van a repetirse una y otra vez; pero no lo puedo evitar, me encanta escuchar a los maestros.

- Y gran alegría me llevé al leer el aviso de Rusta: Lumen  rescata la segunda novela de Betty Smith, Mañana puede ser un gran día. Volvemos a Brooklyn y en cierto modo retomamos la historia de Francie, la protagonista del para mi  inolvidable título Un árbol crece en Brooklyn. Sobra decir que me muero de ganas de leerla. 

- Y para poner el punto final a las notas del mes, os dejo con la pintura que he escogido para abril, Fields in Spring de Claude Monet. Sobran las palabras. Pocas cosas son más bellas y representan mejor la primavera que unos árboles en flor.








Como ya os dije el mes de abril no fue muy productivo en lo que a lecturas se refiere.  Aún así estoy contenta ya que no tengo que lamentar ningún bodrio absoluto, aunque The Orchardist me decepcionase mucho…en fin os cuento un poquito de cada uno. 



Las cuatro gracias de D.E Stevenson, una lectura ligera y agradable perfecta para intercalar entre dos lecturas más arduas. Podéis leer un poquito más sobre ella en la reseña.


Shadows on the Rock de Willa Cather, ha sido mi mejor lectura de abril. Cada novela de Willa que leo lo confirma, disfruto con todas y cada una de las líneas que escribe. No quiero avanzar nada de la historia porque tendrá su propia entrada en el blog. Solo doy estos cuantos datos: Canadá, pioneros franceses, el bosque desconocido donde avanzan indios, bestias y tramperos, un boticario y una niña viviendo lejos de su París natal, el paso de las estaciones…¡qué delicia de lectura!

Manhattan Transfer de John Dos Passos, ha resultado ser uno de esos libros de los que me resulta muy difícil hablar con claridad. ¡Salí completamente abrumada de esta lectura! No busquéis una trama en Manhattan Transfer, ni una narración lineal, ni siquiera unos personajes principales y secundarios a los que seguir la pista fácilmente. Algunos aparecen de pronto en una escena para no volver a aparecer en toda la novela. ¿Qué fue de ellos? ¿A donde les llevó su deambular por Manhattan? Podemos especular tanto como queramos, nunca lo sabremos.
Mulberry Street, Manhattan.
La cronología de Manhattan Transfer abarca desde finales del siglo XIX hasta la década de 1920. John Dos Passos dibuja en sus páginas la urbe inmensa e inhumana en la que se ha convertido Nueva York. Las vidas desastrosas de algunos de sus habitantes, de esos recién llegados que vienen a probar suerte. Historias que se entremezclan en el caótico bullir de la ciudad, la verdadera protagonista de la novela. 
Eso es lo que me ha transmitido y lo que me llevo maravillada de esta lectura. Imágenes y más imágenes de Nueva York: algunas hermosas, otras desgarradoras. Frustración, muerte, enfermedad…sin duda no ha sido una lectura agradable; pero al terminar sus páginas, tuve casi la certeza de haber pisado aquel Nueva York, de haber sido testigo de la difícil supervivencia en esa gran jungla urbana que como pocas ciudades representa. 
"Babilonia y Nínive eran de ladrillo. Todo Atenas era de doradas columnas de mármol. Roma reposaba en anchos arcos de mampostería. En Constantinopla los minaretes llamean como enormes cirios en torno al Cuerno de oro…Acero, vidrio, baldosa, hormigón, serán los materiales de los rascacielos. Apilados en la estrecha isla, edificios de mil ventanas surgirán resplandecientes, pirámide sobre pirámide, blancas nubes encima de la tormenta…"

The Orchardist de Amanda Coplin, ha sido la gran decepción. Una historia que tenía todo lo necesario para gustarme, que empezó con grandes promesas y que al final fue perdiendo fuerza hasta llevarme a desear acabarla cuanto antes.
Oregón, principios del siglo XX. Un anciano solitario, propietario de un inmenso huerto de frutales, pasa sus días pendiente del tiempo y de sus cosechas. Un día su soledad se ve interrumpida con la aparición de dos jóvenes desaseadas, hambrientas y en avanzado estado de gestación. Huidizas en un principio, al final acaban aceptando la ayuda del anciano que a partir de ese momento ligará su destino al de las dos desconocidas. ¿Quiénes son? ¿de dónde vienen? ¿de quién huyen asustadas? 
A todas estas preguntas intenta responder Amanda Coplin en The Orchardist. Y si las descripciones del Oeste son evocadoras y grandiosas, poco más puedo destacar de la novela. Me faltó fuerza en los personajes, más interacción entre ellos para hacer creíble su historia. La novela apenas tiene diálogos, y los pocos momentos en los que los protagonistas se comunican son terriblemente fríos. Un drama como este necesitaba de personajes con mayor profundidad. Una verdadera pena.

Un abrazo grande a todos y que disfrutéis de un buen mes de mayo. Nos vemos de nuevo el día 15.
Pista de mi paradero :)

viernes, 1 de mayo de 2015

Tradiciones de un primero de mayo...

flores, muguete, primero de mayo
Muguete y guisante de olor. La combinación perfecta.
Un año más llega el primero de mayo y, con el, su pequeña tradición. Se cuenta que el primero de mayo de 1561 el rey francés Carlos IX recibió un ramito de muguete a fin de que le sirviese como amuleto. En el lenguaje de las flores, estas pequeñas campanillas blancas simbolizan el retorno de la felicidad y el rey apreció tanto el gesto que decidió instaurar una nueva tradición. Todos los primeros de mayo, las damas de la corte recibirían una brizna de muguete  como muestra de felicidad y buenos deseos. 

Como ya os contaba hace unos años, en Francia y en otros países se ha mantenido la tradición a pesar del paso del tiempo. Si paseáis hoy por cualquier pueblo o ciudad francesa, encontrareis a vuestro paso puestecillos improvisados donde comprar la pequeña flor. De padres a hijos, de abuelos a nietos, entre enamorados…todo el mundo puede regalar y a su vez ser sorprendido con un ramito. 

Recibir flores siempre es un placer, y si encima el gesto viene acompañado de una significación tan bonita, pues es aún mayor la alegría. 

La gran pena es que hoy el tiempo no acompañe. No ha dejado de llover desde primera hora de la mañana. Una lluvia densa y encima acompañada de viento que hace muy difícil el que apetezca salir de casa. El tiempo, eso si, invita a acurrucarse en el sofá con un buen libro en mano. 
Yo he elegido a Vita Sackville-West y a sus eduardianos para que me acompañen. Ojalá la lectura me proporcione la misma satisfacción que la vista del muguete que adorna mi escritorio.

Muy feliz primero de mayo, en especial a todos los trabajadores y a los que desgraciadamente no pueden serlo.

La reina Victoria cumpliendo la tradición.