viernes, 6 de marzo de 2015

Qué verde era mi valle de Richard Llewellyn

Mi ejemplar de ocasión.
Es posible que no todos vivamos la experiencia de la vejez. Esto es así nos guste o no. Pero, si hay algo que todos hemos podido compartir, es el haber sido niños. Todos empezamos un día el colegio, afrontamos nuestros primeros miedos y encontramos refugio en los brazos de nuestros padres y familiares. De todo ello, años después, solo queda una amalgama de recuerdos más o menos difusos. La verdad es que no se de donde nace la predisposición de cada uno para conservar más o menos recuerdos; pero, aunque sean pocos, todos atesoramos unos cuantos. 
Hace unos años mi padre tuvo que hacer un discurso en el pueblo que le vio nacer. Me pidió consejo para redactarlo y entre los dos conseguimos salvar los papeles recurriendo al poder del recuerdo. No sabemos si fue el discurso adecuado para la ocasión, ni si estaba todo lo bien escrito que deseamos; pero lo que si supimos es que conseguimos emocionar al auditorio. Yo lo percibí al ver la cara de la gente mientras leía mi padre, y él mismo, lo experimentó cuando al terminar,  recibió un atronador aplauso y la felicitación personal de muchos de los presentes. Si de algo nos sentimos orgullosos ese día fue de haber llegado al corazón de la gente. 
Al hablar de sus propios recuerdos mi padre enlazó vivencias de varias generaciones. Todas habían andado por las mismas calles, cantado las misma canciones y vivido idénticas experiencias: la mona, la subida al Santo cristo, los veranos de casetas, las fiestas patronales...
Recuerdo que aquel discurso se cerraba con la frase atribuida a Marcial: "Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces".

Esa es la experiencia que proporciona Qué verde era mi valle. Una novela donde los recuerdos son  los auténticos protagonistas.

"Cuán verde era entonces mi Valle, y el Valle de los que se han ido"
De la mano de Huw, personaje principal y narrador de la historia, entramos en casa de los Morgan; una familia minera que vive en el sur de Gales a principios del siglo XX. Allí encontramos a Beth, su madre; una mujer valerosa, consagrada al bienestar de los suyos. A su padre Gwilym, un hombre íntegro y trabajador; a sus cinco hermanos, rebeldes y mineros como su progenitor, y finalmente, a sus dos hermanas la dulce Ceridwen y la apasionada Angharad. Pronto llegaran las esposas de sus hermanos mayores, en especial Bronwen por la que Huw siente un enorme cariño. Junto a ellos y al pastor del pueblo, Huw ira creciendo entre la belleza hasta ahora intacta de su valle. 

En un largo ejercicio de memoria el protagonista de Qué verde era mi valle narra como era la vida en los tiempos de su niñez y juventud. Como los sábados, día de paga, las monedas caían sobre los delantales de las mujeres; como estas esperaban inquietas, frente a la puerta de su casa, la llegada de sus esposos, hermanos e hijos. Los domingos de rezos y celebraciones, los combates de boxeo y los cantos galeses rompiendo el silencio del valle. Una serie de momentos apacibles en la vida de un niño que no por ello desconoce los problemas y la dureza que trae consigo el trabajo de la mina. 

Huw es un niño inteligente que admira a sus hermanos y a su padre por encima de todo. Gracias a las enseñanzas de este último y a las del pastor Mr. Gruffydd, Huw irá curtiéndose y enfrentando el camino de la adolescencia. Las mujeres de su familia serán el otro pilar de su educación.  ¡Qué hermoso homenaje a la mujer hace Richard Llewellyn cuando retrata a las Morgan! Todas ellas son valientes, delicadas y femeninas si la ocasión lo requiere, pero duras como la roca cuando defienden a los suyos y sus intereses. 
Sin duda Richard Llewellyn sabía como crear personajes; todos ellos desprenden humanidad y autenticidad.  Las escenas que protagonizan en su cocina, en las laderas del valle o en lo profundo de la mina rebosan de vida, de sonidos y olores.

Pero como tantas veces sucede, el final de la infancia coincidirá con la toma de conciencia del duro mundo que le rodea. Huw irá viendo como, poco a poco, su valle se ve asolado por las huelgas, la destrucción del paisaje y la separación de las familias que recurren forzosamente a la emigración. A lo largo de una historia, que se prolonga toda una vida,  será testigo de historias de amor, de parejas imposibles, y sobre todo de la inmensa tristeza que supone decir adiós; adiós a todos los que uno ha querido y ya solo existen en el recuerdo.
Imágenes de la vida cotidiana de los mineros galeses. Es cierto que la
novela no tiene la fuerza reivindicativa ni el realismo de Germinal, pero
con la lectura podemos hacernos una idea de las terribles condiciones del
trabajo en la mina.
Qué verde era mi valle es una historia de iniciación, que estoy segura conquistará a los que disfrutaron con Un árbol crece en Brooklyn o Matar a un ruiseñor. Todo en ella destila el amor profundo que el autor sentía por sus orígenes galeses. Las preciosas descripciones y el orgullo que sienten los personajes por su país, sus costumbres y su lengua así lo demuestran.
Quizá mi única pega haya sido la traducción de mi edición. Yo no entiendo mucho del tema, y dejo el juicio entendido a filólogos y traductores; pero a veces, mientras leía, notaba las frases algo forzadas, lo que restaba fuerza al estilo poético y evocador que ha hecho célebre al libro. Espero con ganas que lo leáis y que me contéis que tal es vuestra experiencia. 

Un beso a todos y ¡muy felices lecturas! 

PD. Qué verde era mi valle ocupa el año 1939 en mi Century of Books.
PD1. Aquí podéis ver la adaptación cinematográfica de la novela realizada por el gran John Ford.

18 comentarios:

El guachimán dijo...

Bueno, Marie, hacía tiempo que quería comentar algo en tu bonito blog, pero dos cosas me lo impedían: ese ritmo endiablado con que lees y que tus lecturas (muchas) y las mías (pocas) casi no coinciden. Hoy me das ocasión por dos cosas: la nostalgia y Ford. "Que verde era mi valle" lo conozco por la película, que hoy es una reliquia, pero cuando yo era pequeño y hasta algo después se pasaba a menudo en la televisión. Y Ford (se agradece ese enlace que nos dejas) es, como tú dices, el GRAN John Ford, de manera que te cuenta una historia magistralmente. Hace muchísimo que la vi por última vez, pero creo recordar que, me figuro que siendo fiel a la estructura del libro, la película empieza y termina con una voz en off, que debemos suponer del narrador-protagonista-recordador de la historia. Y aquí viene la nostalgia. La niñez es siempre un paraíso perdido y el progreso siempre inevitablemente se carga cosas bellas. Ya ves qué dos estupendos materiales literarios. Todos tenemos un valle verde que dejó de serlo por culpa del paso del tiempo: un buen escritor o un buen director de cine saben convertirlos en algo que nos conmueva. Me consta que Ford supo hacerlo, aunque a mí, como profesor, hay una escena que me rechina. En cuanto al libro, si lo comparas con "Matar un ruiseñor", habrá que hacer un esfuerzo, aunque también te digo, que en este caso, conozco las dos películas y es infinitamente superior la de la señorita Scout Finch, dirigida por el también respetable Robert Mulligan, por dos razones: la calidad de la historia y la elevación de miras. ¡Qué manía tengo de enrollarme, perdona!

Unknown dijo...

Interesante reseña.
Me quedo por aquí :)

Unknown dijo...

Tiene pinta de ser una historia interesante a la vez que bonita. Tomo nota de tus comentarios, un beso-

Raquel González dijo...

Este libro hace tiempo que le tengo ganas. Siento tanta debilidad por Gales y sus mineros, como por América y sus pioneros. Espero que el día que me ponga con él no me decepcione por las expectativas que le tengo jeje
La película también la tengo pendiente... Creo que a eso le pondré remedio antes :)
Un beso!

Margari dijo...

Solo con leer los primeros párrafos de tu reseña ya me habías convencido. Y si además he disfrutado de las dos obras que citas, Un árbol crece en Brooklyn y Matar a un ruiseñor, apuntadísima que me llevo tu recomendación de hoy.
Besotes!!!

Ginger dijo...

Vi la peli hace tiempo y me gustó. Me apunto el libro para futuras lecturas.
Besos!

Agnieszka dijo...

Lo leí en inglés y me pareció una novela muy poética, llena de amor. Muy recomendable, para variar después de leer "Germinal" de Zola...
besos

Pilar dijo...

Querida Marie!
Estoy segura de que habrá sido un bonito discurso el que dijo tu papá, me hubiera gustado estar allí.
No he leído la novela, pero he visto la película de John ford, uno de mis directores favoritos, y es una de las películas más nostálgicas que he visto en mi vida. Esa escena en la que esta Maureen O hara saludando con un fondo verde hermoso, me hace llorar :'(
Me asombra que la compararas con Matar un ruiseñor, solo por eso valdría la pena leerla.
Acabo de leer los otros comentarios, y al igual que tu amigo, también he visto las 2 películas. Creo que en un sentido artístico, la película de John Ford es mejor, pero también creo que la historia de Matar un ruiseñor es muchonmejor que Qué verde era mi valle.
Te mando un súper abrazo!! :)

Ana Blasfuemia dijo...

Hola Marie

Es la segunda alusión que me encuentro hoy de "Matar a un ruiseñor". No sé si tomarlo como una señal :) Recuerdo que vi la magnífica adaptación cinematográfica, y más de una vez. Pero no recuerdo si lei el libro, así que me has tentado a base de bien. Supongo que en la biblioteca tendrán ediciones distintas así que miraré con atención la que me parezca más fiel a la original (aunque tampoco entiendo mucho, pero son sensaciones ¿no?)

Un abrazo

Maribel dijo...

Lo quiero leer desde que lo nombraste por primera vez, pero ahora que vengo de "Matar un ruiseñor" que me ha gustado tanto, las ganas son dobles.
Un beso :)

Unknown dijo...

Me ha ENCANTADO lo que has contado al principio sobre el discurso que dio tu padre.. seguro que fue un momento muy especial.. Me quedo con la frase mencionada: "Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces". Qué gran razón..
Este libro hace tiempo que lo llevo buscando, hace mucho que me llama la atención. Seguramente lo leeré en inglés, sobretodo después de ver lo que comentas de la traducción, pero es el tipo de historia que sé que se quedará conmigo. Simplemente, lo sé.
:)

Carla dijo...

Mientras leía tu reseña, me estaba acordando de Un árbol crece en Brooklyn y como me encantó ese libro, me apunto Qué verde era mi valle. Ya comentaremos cuando lo lea.
Un beso.

Unknown dijo...

Hace días que leí la reseña y me gustó tanto que desde entonces he estado dedicando el tiempo a buscarlo en webs de segunda mano, por suerte ya lo encontré y espero disfrutarlo mucho.
Mil gracias por la reseña y por haberme descubierto este libro :D
Un beso muy fuerte!!

Rustis y Mustis dijo...

Siempre he querido leer este libro porque la película de John Ford sobre él es una maravilla. Me ha encantado tu reseña y me has animado aún más a leerlo.
¡Besos!

Rustis y Mustis dijo...

Siempre he querido leer este libro porque la película de John Ford sobre él es una maravilla. Me ha encantado tu reseña y me has animado aún más a leerlo.
¡Besos!

Unknown dijo...

Te confieso la verdad? Me interesó tanto la historia de tu familia, como la reseña :-D Es que cuentas muy bien las cosas Marie, nos trasladas a donde quieres que vayamos!

Esta historia solo la conocía por la peli, de hecho hasta hace bien poco no sabía que era una adaptación pero ahora, y más con tu reseña, me apetece mucho leerla porque tengo muy buen recuerdo de ella. De esas historias que te cuentan la vida, así sin más, sin necesidad de más artificios... Me gusta!

Hache C. dijo...

Tengo la misma edición que tú en la estantería (he leído tan buenas reseñas de este libro que tuve que conseguirlo) y a pesar de la pega que le pones a la traducción (yo añadiría lo rígido y pequeño que es y por lo menos el mio parece que tenga la letra en negrita) tengo muchísimas ganas de hincarle el diente.
Un beso!

masteatro dijo...

Hace ya bastantes años que quiero leer el libro. Desgraciadamente está descatalogadísimo en español pero hace unos tres meses conseguí por fin de segunda mano esa misma edición de edhasa que tú muestras aquí. Creo que definitivamente, 2017 será su año.
Al compararlo con "Un árbol crece en Brooklyn" y "Matar un ruiseñor", dos de mis grandes favoritos, me has puesto los dientes todavía más largos.