viernes, 31 de octubre de 2014

Jamaica Inn de Daphne du Maurier

En Francia están recuperando
toda la obra de Daphne en
edición de bolsillo. Vive
la France!
Todavía no puedo creer que haya dejado pasar tanto tiempo sin volver a leer a Daphne du Maurier. Si recordáis la entrada de mis libros de infancia y adolescencia allí aparecía Rebeca en uno de los puestos de honor. Este fue uno de esos libros que leí y releí sin tregua, sin que importase que ya conociese la intriga; cada vez que lo empezaba sentía el mismo placer, el mismo deseo de pasar a toda velocidad las páginas.
Desgraciadamente en aquella época mi nivel de inglés y francés dejaba un poco que desear y no pude seguir descubriendo la obra de Daphne. Han pasado más de diez años y seguimos sin disponer ediciones en castellano de sus libros. ¡Por favor editores denle una oportunidad! 
Aquí en Francia ya le han puesto remedio al asunto y están reeditando, poco a poco, la obra completa de Du Maurier en edición de bolsillo. Con una oportunidad así no iba a posponer el asunto mucho tiempo.

Escogí Jamaica Inn porque me apetecía muchísimo leer una novela de aventuras, una lectura que tuviese algo más de acción que las lecturas pausadas que me han acompañado estas últimas semanas. Además me acordé de lo mucho que me gustó la entrada de Magrat hablándonos de la adaptación que la BBC había hecho de la novela y no lo pensé dos veces.
Al leer la sinopsis de mi edición me di cuenta de que todos los elementos de la obra de Daphne Du Maurier parecían recogerse en esta historia, publicada en 1936: un universo sombrío, la atmósfera envolvente de la costa de Cornualles, un misterio por resolver…
En esta ocasión la encargada de desentrañarlo será Mary Yellan, una joven campesina testaruda y de fuerte carácter.

El verdadero Jamaica Inn que inspiró la historia, todavía
permanece intacto en la carretera que une Launceston y
Bodmin en Cornualles.
Corre el mes de noviembre de 1820 cuando se inicia la historia. Mary, que acaba de perder a su madre, no tiene más remedio que abandonar la granja donde ha crecido para irse a vivir con sus tíos a un recóndito paraje de Cornualles. 
Allí, en medio de los páramos, es donde se alza el siniestro albergue del que son propietarios los Merlyn, el albergue de la Jamaica.
Desde su misma llegada Mary debe enfrentarse al carácter violento de su tío, a su comportamiento extraño y a las amenazas continuas que este lanza sobre ella y sobre su atemorizada esposa. 
Sin derecho a preguntar, sin derecho a saber, Mary es consciente de que cosas extrañas y siniestras ocurren entre las paredes del aislado albergue: ¿por qué nadie se hospeda en él desde hace años? ¿por qué deben cerrarse las ventanas al anochecer? ¿de quien son los pasos sigilosos, y que traen los carros que llegan a la Jamaica una vez caída la noche?
Son cuestiones a las que Mary irá hallando respuesta poniendo en peligro su propia vida.


No quiero exagerar pero si os digo que me lo he leído en horas no estaría mintiendo. Definitivamente adoro a Daphne Du Maurier, su capacidad para evocar la atmósfera de los lugares en que ambienta sus historias. 
Con que pericia describe la siniestra silueta de la Jamaica, con los ruidos y murmullos que salen de sus paredes, con sus secretos inquietantes. Y que decir de la pintura que hace de los páramos desiertos azotados por el viento y la lluvia, de las tierras pantanosas cubiertas de brezo y espesas nieblas... si, es cierto que no llega a la maestría de Emily Brontë  pero es una muy digna sucesora.
Escenas de la adaptación de la BBC
Esa atmósfera gótica, la oscuridad que envuelve toda la novela y los misterios que esconde me atraparon por completo; desde esa primera escena en la que Mary viaja en un destartalado coche en dirección a la Jamaica, hasta la última en que se aleja de él. 
Puede que yo sea muy impresionable y aquellos que estéis acostumbrados a leer libros de terror encontréis muy ligero el toque siniestro de esta novela; pero el mismo horror que sintió Mary al descubrir a que se dedica realmente su tío es el mismo que sentí yo, aún estando a salvo en la seguridad de mi cama. 


Du Maurier no escatima en presentar un lenguaje crudo y muestras de violencia física y mental en las páginas de su novela; esto podría resultar incomodo para el lector, pero a mi parecer encajan tan bien con la personalidad de sus personajes, que no desentonan en absoluto.

No puedo negaros que los personajes son algo caricaturales y la novela hubiera ganado muchos puntos de haber estado más trabajados; Mary Yellan es incluso contradictoria en sus formas de actuar y en sus deseos. Me sorprendió que pese a tener una visión nada romántica del matrimonio y las relaciones de pareja, acabase actuando como lo hace. ¡Yo que pensaba que era una chica independiente y de armas tomar!

Pero estos pequeños peros no me han afectado en absoluto para disfrutar de la novela. Me atemoricé con Joss Merlyn y sus secuaces, me sorprendí al descubrir un nuevo misterio al final del libro y a pesar de sus modales bruscos y de algunos comentarios que por mi parte habrían merecido un buen gancho de derecha, también caí bajo los encantos de Jem Merlyn. Si, también tenéis un poquito de romance en medio de tantas idas y venidas por los páramos.

Jamaica Inn es una estupenda novela de aventuras, con un toque algo anticuado, pero poseedora del encanto de esas historias de piratas, naufragios y misterios que forman parte de la más pura tradición británica. Es cierto que no va a ocupar un puesto de honor en mi corazoncito, como lo hizo Rebeca, pero ha sido el impulso perfecto para abalanzarme sobre todos los libros de Du Maurier que caigan en mis manos.


Daphne Du Maurier
Ahora solo cruzo los dedos para que alguna editorial apueste por las obras de Daphne. Puede que no saquen muchos beneficios con sus ventas, al fin y al cabo las únicas "sombras" que hacen aparición por aquí son las que ocultan los páramos al acercarse una tormenta, pero por favor dadnos la oportunidad de disfrutar de autores tan especiales y brillantes como ella. 

¡Muy feliz y terrorífico Halloween a todos y felices lecturas!

PD. Una vez tan metida en la historia le di la oportunidad a la adaptación de la BBC y no podía haber quedado más satisfecha. Recrea a la perfección el ambiente de la novela y aunque han adaptado algunas cosillas creo que el resultado es más que correcto.  Eso si, me decepcionó un poco la interpretación de Jessica Brown Findlay como Mary Yellan. El que ganó muchísimos puntos fue el personaje de Jem Merlyn gracias a Matthew McNulty (así entre nosotras…¡que guapo es este chico!). Espero que la disfrutéis si os animáis a verla y sería una muy buena opción para esta noche de Halloween.

PD1. Jamaica Inn ocupa el año 1936 en mi Century of Books.

martes, 28 de octubre de 2014

Un árbol crece en Brooklyn de Betty Smith

Ejemplar de la edición de bolsillo que
yo encontré de segunda mano.
Después de varios meses, por fin llega el momento de detenerme en Brooklyn y hablaros de esta historia. Espero hacerle justicia porque, no se vosotros, pero a mi a veces me tiemblan las manos sobre el teclado cuando intento hablar de una lectura que me ha gustado tanto. Aún así, bien vale la pena intentarlo.

Un árbol crece en Brooklyn es uno de esos libros que, desde el mismo instante en que son publicados,  dejan huella en varias generaciones de lectores.  Leído en los institutos, estudiado en los programas universitarios de literatura, la novela de Betty Smith es todo un símbolo de la literatura norteamericana. 
Hablar de clásico es hacerle justicia; aunque para no asustar a posibles lectores, intimidados por este calificativo, mejor dejarme convenceos de forma sencilla, contandos simplemente que cuenta esta historia. 

Ilustración que aparece en la portada
de la primera edición de la novela,
publicada en 1943.
Francie Nolan, la joven protagonista, vive en el Brooklyn de principios del siglo pasado junto a su estrafalaria familia. Para ellos y para las gentes que habitan el barrio, en su gran mayoría inmigrantes europeos que buscan hacer suyo el sueño americano, ciertamente no corren tiempos fáciles.
La pobreza y los reveses de la vida quiebran ilusiones y endurecen los caracteres de quienes sufren. Pero los Nolan y en especial Francie luchan por salir adelante. 
Y es que una vida distinta puede empezar al otro lado del puente que les separa de Manhattan; Francie lo ha leído en los libros de la biblioteca pública que siempre le acompañan. Solo es necesario armarse de valentía y no perder nunca la esperanza.

"Cuando sea mayor y tenga mi propia casa, no pondré sillas de felpa, ni cortinas de encaje, ni flores artificiales. Pero si un escritorio como este en una sala de paredes blancas; una hilera de lápices amarillos, relucientes, siempre con la punta bien afilada, y un jarrón dorado con hojas de haya o alguna flor, y libros…libros…y más libros."

Podría continuar esta entrada sirviéndome únicamente de citaciones de la novela. Si vierais mi ejemplar, podríais ver la de montones de papelitos que señalan líneas, párrafos e incluso páginas enteras que no quiero olvidar.
Cuantas veces os he hablado de lo importante que son para mi esas historias con personajes y ambientes cuidados, bien construidos; al final acabaré por cansaros. Pero cuando tengo en las manos un libro como este no puedo más que reafirmarme.  Esta novela respira por si misma, late al ritmo de los corazones de sus personajes, la valiente Katie Nolan, el encantador Johnnie, la alegre Sissy o la sabia abuela Rommely.
Escenas de la vida en Brooklyn en 1910.
Sus páginas guardan los sueños, las perdidas, el dolor y la alegría de los habitantes de aquel Brooklyn popular y desfavorecido que la pluma de Betty Smith recreó con maestría. Solo una hija del barrio como ella, una de esas niñas que correteó por las sucias calles de Williamsburg podía haberlo logrado.  
Las calles, las casas, la comida, los trabajos, la escuela…las páginas de Un árbol crece en Brooklyn están llenas de olores, sonidos e imágenes que desbordan el papel: el olor de la taza de café que sacia el hambre de los Nolan, los pepinillos en vinagre que alegran el paladar de Francie, tan acostumbrado a la monotonía de las gachas, el árbol de navidad iluminado, el jarrón de flores de la librería…


Esa es una de las mayores riquezas de este libro, el que todos esos detalles de la vida cotidiana no sean simples trivialidades, sino el alma de la historia; determinan la vida de los personajes, sus costumbres, su identidad, pero sin caer en la tentación de adornar la realidad.
Betty Smith no escatima en mostrar la miseria de los Nolan. Ningún filtro romántico dulcifica su pobreza: ésta degrada, mina las oportunidades y el espíritu. Unos personajes caen en el camino, otros sobreviven y solo algunos, como Francie Nolan, florecen en la adversidad.


La autora de la novela,
Betty Smith.
Nunca olvidaré esa preciosa imagen de Francie leyendo sentada en la escalera de incendios. Ese momento en el que decide convertirse en escritora; su coraje, heredado de las mujeres Rommely y su sensibilidad irlandesa heredada de los Nolan.  En su paso de la niñez a la edad adulta, en ese aprendizaje entre sueño y realidad, Betty Smith escondió un poderoso mensaje: solo la valentía, el esfuerzo y sobre todo la educación pueden ayudarnos a vencer la adversidad. 

Los Nolan no dejaron más herencia a Francie y a sus hermanos que una lata con unos cuantos dólares y una tumba, únicas posesiones conseguidas en una vida de duras penalidades.  
Pero en su sacrificio, en ese deseo de que ellos tuviesen una vida mejor a la suya, legaron a sus hijos un bagaje lleno de riquezas que no pueden cuantificarse en dólares: la fuerza del cariño, el aprecio por las pequeñas cosas, la importancia del esfuerzo, las lecturas nocturnas de Shakespeare, los libros de la biblioteca pública… Esa es la verdadera savia que necesita una persona para crecer fuerte y convertirse en una persona sana.  
Esa es la esperanza que simboliza ese árbol de Brooklyn, que crece y florece en los lugares más insospechados:
"Un árbol crece en Brooklyn. Algunos lo llaman el árbol del Cielo. Caiga donde caiga su semilla, de ella surge un árbol que lucha por crecer. Crece en solares delimitados por tablas entre montones de basura abandonada. Es el único árbol que crece en el cemento. Crece exuberante… sobrevive sin sol, sin agua, hasta sin tierra, en apariencia. Podríamos decir que es bello, si no fuera porque hay tantos de su misma especie."

Coup de coeur más que merecido
Han pasado por aquí muchos coups de coeur y siempre he deseado que los disfrutaseis tanto como yo. Esta vez no solo os invito a apuntarlo para leerlo algún día. Os pido el favor de leerlo cuanto antes para después regalarlo entre vuestra familia y amistades. Que poco a poco, el mensaje que esconde, llegué como una semilla y fructifique allí donde más falta haga. 
En estos momentos en los que la educación, la cultura y el valor del esfuerzo están en entredicho; cuando medrar y especular son garantía de éxito y admiración, hace falta leer y amar más libros como este.

De todo corazón, que disfrutéis de Un árbol crece en Brooklyn.

PD. Un árbol crece en Brooklyn ocupa el año 1943 en mi Century of Books.

miércoles, 22 de octubre de 2014

IMM 12: Nueva maleta londinense.

Ahora que lo miro bien, he respetado una armonía de tonos que ni hecho
a posta :)
Bien, como os prometí, aquí está el contenido de la última maleta que llegó de Londres. Seis de los libros que veis en la fotografía son de ocasión y los cuatro restantes son nuevecitos y huelen a tinta fresca. Sin más dilación os dejo con los protagonistas:
Virginia Woolf de Alexandra Harris. Esta es la biografía de Virginia que os presenté en el Diario de Londres. Como os dije allí, la terminé en muy poquitos días y os la recomiendo para un primer acercamiento a su vida y obra. 
Sarah Morris Remembers de D.E Steveson. Cuando vi este libro en el Oxfam de Bloomsbury Street se me aflojaron las piernas, ¡otro Stevenson! Que alegría madre del amor hermoso. Mira que todavía tengo a la Señorita Buncle por leer, pero me fue imposible dejar esta nueva historia en la estantería. 
Sarah Morris Remembers, al igual que The english Air, es otra de las novelas de Stevenson ambientadas durante la IIGM. Esta vez es la propia protagonista la encargada de narrar en forma de memorias, los años felices de su infancia y su adolescencia en la rectoría rural de su padre y el terrible impacto que la guerra tuvo en su vida y en la de quienes la rodeaban. Veremos que tal va la lectura.
Main Street de Sinclair Lewis. Este fue uno de los primeros libros que me propuse leer para mi Century of books; en concreto para el año 1920. Es la historia de Carol Kennicott, una joven culta y cosmopolita que llega a un pequeño pueblo del Medio Oeste estadounidense tras casarse con un médico rural. En un primer momento Carol piensa que puede traer un aire de modernidad a sus nuevos vecinos, pero muy pronto su idealismo choca con las mentes cerradas y el inmovilismo de su pequeño pueblo.
Lewis recibió el premio Pulitzer de 1921 por esta novela; pero las feroces críticas que recibió, por el mordaz retrato que hacía de la sociedad americana, hicieron que el premio le fuese retirado, cayendo en las manos de Edith Warthon y su novela La edad de la inocencia.
Veremos que tan crítico fue con sus compatriotas :)

Family History de Vita Sackville-West. Después de haber leído tantas alusiones a Vita, en cada uno de los libros de Virginia Woolf que he leído, me ha podido la curiosidad y creo que ha llegado el momento de empezar a conocer su obra. Además como encontré este ejemplar de Family History en el Oxfam de Bloomsbury Street, por solo dos libras, no tuve excusa posible para no comprarlo.
La novela es una historia de confrontación entre la tradición y la modernidad, en la Inglaterra de principios del siglo XX, protagonizada por una pareja atípica, una burguesa viuda y su joven amante socialista. Por un momento mientras leía la sinopsis, me pareció estar leyendo un fragmento de la Saga de los Forsyte. El ambiente y los temas tratados eran similares.
Bueno, también es verdad que los Forsyte se han convertido en mis caras de Vélmez particulares los veo en todas partes! :)

The Shuttle de Frances Hodgson Burnett. Este fue el único Persephone que se vino conmigo, como ya os dije bien gordito; ¡cuantas veces lo había visto en el catálogo de la librería y cuantas veces pospuse su compra! 
Pero al final he terminado por caer.
Supongo que muchos de vosotros conoceréis a Hodgson Burnett, quizá por alguna de sus novelas infantiles como El jardín secreto o La princesita (que yo reseñé aquí), o por alguno de sus libros para adultos como La formación de una marquesa (aquí tenéis la reseña que hizo Jane) o The Head of the House of Coombe (reseñada aquí).
A mi me encantan sus historias y hasta ahora ninguno de sus libros me ha decepcionado.
The Shuttle narra la historia de Rosalie Vanderpoel, una heredera norteamericana que viaja a Inglaterra para casarse con un aristócrata inglés. Un matrimonio fallido, una hermana al rescate, dos mundos totalmente opuestos…¡Creo que tiene todos los ingredientes para gustarme!

Y ahora de perfil :)
The Blue castle de Lucy Maud Montgomery. Bueno creo que Lucy Maud Montgomery no necesita presentación, ya que por aquí andáis sueltos muchos admiradores de Anne Shirley :) En cuanto vi The blue Castle lo compré sin pensar. 
No he querido leer nada de su trama, y la sinopsis de mi edición es bastante enigmática. Os la transcribo y ya me decís si os tienta tanto como a mi:
"Si no hubiese llovido aquella mañana de Mayo, la vida de Valancy Stirling hubiera sido completamente distinta. Se hubiese marchado, con el resto de su familia al picnic de compromiso de su tía y el Doctor Trent se hubiese marchado a Montreal. Pero aquella mañana de mayo llovió y esto fue lo que sucedió...".
Hombre, no hay que ser muy avispado para saber que se trata de una historia de amor. Pero conociendo los antecedentes de Anne y Gilbert… ¡Necesito leer este libro pero ya!

Love's Civil War de Victoria Glendinning. Este es el libro que cogí al vuelo en el mercadillo de libros de Southbank. En cuanto leí el subtítulo: Correspondencia y diarios de Elizabeth Bowen y Charles Ritchie, la historia de ambos se agolpó enseguida en mi cabeza. 
No se si os acordais de aquel libro del que os hablé The love Charm of bombs; era un ensayo sobre las vivencias de varios escritores durante el Blitz de Londres en la IIGM. Bien, pues una de las historias narradas y de las que más me marcaron fue la vivida por Elizabeth Bowen y el diplomático Charles Ritchie. Como tras aquella primera lectura me quedé con ganas de saber más, encontrar esta edición de su correspondencia me ha venido como un regalo del cielo. 
Un libro que leeré poco a poco, para rememorar a través de una historia de amor, una época fascinante.
The tale of Beatrix Potter de Margaret Lane. Conocí la existencia de este libro gracias a la preciosa reseña de Winnifred. Enseguida lo apunté para comprarlo y aunque han pasado meses desde entonces por fin ha llegado a mis manos. Es una edición de bolsillo ilustrada, algo viejita pero en perfecto estado de lectura, con muchas ilustraciones. Adoro los cuentos de Beattrix Potter desde que era una niña y creo que va a ser un placer descubrir a la mujer que creó a tantos héroes de mi infancia.
Joy in the Morning de Betty Smith. Otra sorpresa que encontré en Skoob Books. Este verano leí Un árbol crece en Brooklyn de la misma autora y me enamoré absolutamente de él. No os quiero dar ningún detalle porque será la próxima reseña en aparecer en el blog.
Solo puedo deciros que leería cualquier cosa de Betty Smith que se me pusiera por delante. El destino ha querido que sea Joy in the morning, una novela ambientada en 1927, sobre un joven matrimonio de universitarios y las dificultades a las que debe hacer frente. Cruzo los dedos para que me guste aunque sea la mitad de lo que me gustó Un árbol crece en Brooklyn
The Female Spectator de Eliza Haywood.
Y por último este es el libro que compré en Jarndyce Books, la librería anticuaria de la que os hablé en el diario de viaje. Como os comenté, la librera a cargo de la tienda supo como satisfacer al instante mis deseos; y es que en cuanto le dije que estaba interesada en libros escritos por autoras del siglo XIX o XVIII, me mostró enseguida varias opciones muy tentadoras.
Una de ellas fue la biografía Vida de Charlotte Brontë, escrita por Gaskell, en una edición realmente preciosa; pero como ya la tenía tuve que declinar la oferta (además era un poquito cara). Otra sugerencia fue un ejemplar de la novela Adeline Mowbray de la escritora Amelia Opie. Esta vez estuve a punto de caer y comprarla, sobre todo cuando la librera me dijo que la autora había sido contemporánea de Jane Austen, pero de nuevo el precio me hizo desistir de comprarla.
Eliza Haywood reivindicó que las mujeres
podían existir en ambas esferas
la doméstica, restringida al hogar y a la familia,
y la pública, donde podía
y debía encontrar su puesto en sociedad.
Tuvo que llegar Eliza Haywood y su The Female Spectator para convencerme. En esta edición de 1929, que me he traído a casa, se recopilan varios artículos de la que fue la primera revista escrita por y para mujeres, publicada entre 1744 y 1746. En ella Eliza Haywood escribía sobre el papel de la mujer en sociedad, sobre su situación en el matrimonio, su educación, las normas de etiqueta que debía respetar… en fin, sobre un gran repertorio de temas en los que invitaba a sus lectoras a buscar su libertad fuera de los límites impuestos por la supremacía masculina.
Estoy segura de que va a ser fascinante descubrir estas reivindicaciones y ver si a día de hoy han sido superadas.

Y hasta aquí lo que dio de si la maleta; menos mal que no han sido muchos más sino escribo aquí la Biblia en verso :)
Espero que alguno de ellos os haya picado la curiosidad y si os decidís a comprarlo ¡que lo disfrutéis muchísimo!
Un beso y ¡felices lecturas!

sábado, 18 de octubre de 2014

Londres: diario de viaje.

Bueno, ya veis que no nos vamos muy lejos desde la última entrada :) 
Como acogisteis con tanto cariño las crónicas londinenses de primavera y, como fue un placer escribirlas, repito hoy la experiencia. 
El objetivo principal de estos diarios es que podáis coger ideas para vuestros futuros viajes: un museo que visitar, un barrio, un buen sitio para comer o tomar un té, una librería... A mi son cosas que me encanta anotar antes de salir de viaje, y aunque las guías profesionales son muy socorridas para estas cosas, para mi no hay nada como una recomendación personal. Espero de corazón que estas líneas os sean útiles y que disfrutéis del paseo. 
Au revoir Paris!
Nuestro viaje empezó como siempre en la Gare du Nord de París, a eso de las ocho de la mañana.  Llegamos con el tiempo justo de pescar dos cafés (bien cargados), un par de croissants y algunas revistas antes de pasar el control y lanzarnos al tren. 
En la entrada del Eurotunel sufrimos un pequeño retraso, pero en poco más de dos horas y media…¡por fin llegamos a Saint Pancras!
Al salir de la estación, Londres nos recibió bajo un sol radiante; una buena señal y un aliciente para hacer andando el recorrido hasta el hotel, ya que no estaba muy lejos.
En esta ocasión decidimos desplazar nuestra base de operaciones, abandonando Pimlico por Bloomsbury (supongo que el espíritu de Virginia hizo de las suyas para retenernos en sus dominios).
The Kingsley está emplazado en un edificio eduardiano
y yo me enamoré de la balaustrada de
la escalera.
Libres ya de maletas y trastos salimos al encuentro de la cita más importante de nuestro viaje: la exposición de Virginia Woolf en la National Portrait Gallery. Como teníamos ganas de andar y de reencontrarnos plenamente con las calles de Londres fuimos andando a buen ritmo hacia el sur: High Holborn, Shaftesbury Avenue y Charing Cross hasta llegar por fin a las inmediaciones de Trafalgar Square. 
Era bastante temprano y no coincidimos con mucha gente, lo que fue perfecto para disfrutar con calma de una exposición tan íntima; porque esa es la primera palabra que me viene a la mente. 
Entrar en esa sala llena de objetos tan personales fue como entrar en el propio salón de Virginia, casi como intrusos que no han sido invitados. Ahí estaban  sus álbumes de fotografías, mostrando su vida desde la infancia a la madurez; los cuadros  que representaban a sus familiares y amigos, los que pintó su hermana y en los que ella aparece como protagonista… una vida entera a través de imágenes y escritos. Desde sus primeras cartas y novelas hasta esa última carta de despedida que escribió a su marido.
Os prometo que tuve que contener la emoción cuando terminé de leerla y justo al lado vi el bastón que encontró Leonard a orillas del rio Ouse, donde desapareció Virginia…

Es cierto que para disfrutar de la obra de un escritor no es estrictamente necesario conocer su biografía, muchos lectores prescindimos de este paso. Pero para entender a alguien como Virginia, para exprimir al máximo y enriquecernos con sus escritos, creo que es esencial acercarse a sus vivencias.
Hoy, después de indagar en los recovecos de su historia, su fotografía ha dejado de ser un mero símbolo colgado de las paredes de mi cuarto; hoy he empezado a entender, su fragilidad y su fuerza, la esencia y el valor de cada una de las líneas que nos ha legado. 

La entrada a la exposición.

Estas son algunas de las pinturas y fotografías expuestas.
Para dar estos primeros pasos hacia la vida y la obra de Virginia os recomiendo sin dudarlo la biografía que le ha dedicado Alexandra Harris. La compré en la tienda del museo y pocos días después ya la había terminado. En ella encontrareis varias de las fotografías de la exposición y de alguna forma sentiréis haber visitado la muestra por vuestro propio pie. El libro  no es muy extenso y está escrito de forma clara y didáctica sin renunciar por ello a la rigurosidad. 
Como no es muy rebuscada en estilo y vocabulario, creo que será una buena opción incluso para los que estéis dando los primeros pasos con el inglés. ¡Ya me contareis que tal si le dais una oportunidad!

Con la biografía bien guardada en el bolso salimos del museo, y tomando Pall Mall nos internarnos en Mayfair. Hicimos una parada para comer en  The market Tavern, un pub tradicional que encontramos recomendado en Tripadvisor y que no nos decepcionó en absoluto. Es bonito por dentro y por fuera y la comida fue deliciosa. Mayfair es una zona muy cara, y encontrar un sitio para comer por el precio que pagamos fue un golpe de suerte.
Una vez el estomago y el corazón contentos ya teníamos energía para recorrer Hyde Park como merece. Y que os puedo decir de él, estaba precioso como siempre. Todavía olía a verano, pero con los primeros signos del otoño bien presentes.

Estábamos tirados en el césped cuando de repente apareció un grupo de jóvenes
jinetes. Nos quedamos bobos mirando lo bien que montaban y la imagen tan bonita
que hacían.
Fue el momento perfecto para echarle una ojeada a la biografía de Virginia.
Cuando fue cayendo la tarde, decidimos volver andando hacia Bloomsbury, pasando por Mayfair y algunas de las tiendas que teníamos previsto visitar. Por el camino nos fuimos cruzando con hordas de gente cargadas con cestas de picnic y mantitas enrolladas bajo el brazo. Claro, es que en el parque se celebraban los Proms in the Park y muy pocos londinenses estaban dispuestos a perdérselo. 

Las calles de Mayfair como siempre nos deslumbraron con su opulencia; con sus tiendas y restaurantes de lujo, sus coches deportivos aparcados en plena calle…Aún así, no estábamos en nuestro elemento, solo éramos forasteros de paso con ganas de llegar a Piccadilly. Una vez allí hicimos las dos visitas de rigor: Fortnum&Mason y Hatchard's.

Entre las calles de Mayfair, escondidos a ojos de los transeúntes,
 nos encantó descubrir Mount Street Gardens. Ya sabemos para otra vez
que podemos venir aquí a comer nuestros sandwiches :)
Y no pude evitar enamorarme de Grosvenor Chapel
¡En cuanto vi su silueta me acordé tanto de las iglesias
de Nueva Inglaterra! Más tarde, buscando información sobre la capilla, me di cuenta de
que sirvió de inspiración para muchas de ellas.
En Fortnum ya podéis imaginar lo que hice. ¡Comprar mermelada! 
Este rincón es mi paraíso Fortuniano (palabrejo made in Marie). Mermeladas y más
mermeladas a cual más buena.
Y en Hatchard's esta vez me limité a hacer una visita de cortesía sin comprar nada.
Pero no iba a irme sin saludar a la decana de las librerías londinenses. 
Después de parar en un Marks&Spencer para comprar el picnic de la cena, fuimos a descansar al hotel y terminamos el día con un paseo por el Victoria Embankment una vez caída la noche. Pensar en Katherine Hilbery y Ralph Denham los protagonistas de Noche y día (V. Woolf) fue inevitable. Casi podía verles paseando arriba y abajo por la orilla del Támesis, buscando respuesta a esos imperiosos sentimientos que les empujaban el uno hacia el otro.
Si no estáis muy cansados después de una jornada de visitas, acercaros el
Embankment de noche. Seguro que los personajes de muchas de las historias
que habéis  leído os saldrán fácilmente al paso.


Y de un día para otro, Londres se despidió del sol y se levantó bajo una neblina otoñal. Bien temprano y con ganas de mover las piernas bajamos por Holborn y el Strand hasta llegar al puente de Waterloo; por él atravesamos el Támesis hasta llegar al Southbank Centre Book Market, un mercadillo de libros, abierto a diario, en el que podréis encontrar verdaderas gangas. Como era muy temprano todavía estaban montando los puestos, pero pude pescar un libro que me hizo mucha ilusión encontrar. 
  La gran sorpresa de la mañana vino cuando al llegar a la estación de Waterloo para coger la Northern Line nos dimos cuanta de que estaba cerrada por obras. ¿Como narices íbamos a llegar a Hampstead? 

Vistas desde el puente de Waterloo a primeras horas de la mañana.
La verdad es que nos las vimos y deseamos para encontrar el autobús correcto. Sabíamos que el 24 nos dejaba en Hampstead centro, pero es que nosotros queríamos llegar hasta Golders Green. ¡Señor llévame pronto! Menos mal que desde Victoria cogimos la linea de bus correcta. Una paradita en Marble Arch y de ahí por fin a Golders Green. 

Después de una parada en el Hampstead Literary Festival del que ya os hablé en el Septiembre de la A a la Z, seguimos la marcha hacia el West Heath y en el camino encontramos un tesoro escondido que jamás olvidaremos, The Hill Garden and Pergola
Al ver el cartel supimos que íbamos por buen camino y nos internamos
entre los árboles.
Entre suaves colinas, salpicadas de hojas avistamos la Pergola
Un lugar precioso, donde parece haberse detenido el tiempo.
¿Cuantas parejas habrán paseado entre sus columnas
desde los tiempos eduardianos en que fue construida?
Fue difícil despedirnos de Hill Garden pero, como el hambre también hacia estragos, seguimos nuestro camino hacia el centro de Hampstead. Como veis fue un gran paseo, nos tiramos toda la mañana andando, pero de veras merece la pena. Si hay un sitio en el que es un placer gastar los zapatos ese es Hampstead.  Es un placer pasear por sus calles estrechas, tomar algo dulce en alguno de sus numerosos salones de té (nosotros probamos Ginger&White), mirar sus casas y soñar que vives en alguna de ellas…

Bajando High Street, Flask Walk y merienda en Ginger&White.
Y como no, el mayor placer es perderse entre la espesura del Heath…


Nunca, nunca podré cansarme de pasear por aquí.
Antes de despedirnos de Hampstead no pudimos dejar de visitar a alguien especial. Dicen que en la que fue su residencia siempre es primavera, como en los más bellos de sus poemas; pero el refugio de Keats nos recibió bajo una primera capa de hojas de otoño.


La casa, con su sencillez y su jardín cerrado, me produjo una mezcla confusa de sensaciones: fue refugio del amor profundo que Keats sintió por Fanny Brawne, pero también reducto de su enfermedad. Alegría y tristeza, amor y dolor, todo se entremezcla entre sus paredes, dejándote un sentimiento de congoja. Pero por encima de todo ello, reina en majestad la belleza, tanto en el interior de la casa como en la sencilla perfección del jardín. 
La belleza a la que Keats cantó en sus poemas y a la que dedicó su corta vida.
Si visitáis Hampstead no dejéis de hacerle una visita a la casa del poeta "cuyo nombre fue escrito en el agua".


El tercer día, como no habíamos andado bastante decidimos dar el todo por el todo. A Jean le apetecía subir a la cúpula de Saint Paul para ver las vistas y yo, que me apunto a un bombardeo, no le iba a decir que no. Nos levantamos temprano, muy temprano y después de desayunar nos pusimos en marcha. Íbamos a coger el metro pero como ya llevábamos el ritmo en el cuerpo nos dijimos: "Va, ¿por qué no vamos andando y así vemos la City levantarse?". Y eso hicimos, nos infiltramos entre las filas de londinenses, que trajeados y veloces volaban hacia sus oficinas, y salimos pitando hacia Saint Paul.

Primero Holborn, luego Newgate Street y por fin llegamos a los pies de la catedral.
Después solo nos faltó subir los 528 escalones que llevan hasta el punto más alto de la cúpula. Me va a matar por decirlo pero a Jean le dio un vértigo para morirse en el último tramo de escaleras que son de hierro, estrechitas y dejan ver el vació bajo tus pies. A mi me dio un ataque de risa al verle la cara de circunstancias. ¿No querías escaleras? Pues toma dos tazas :) 
La verdad es que a menos que seáis un fanáticos de las panorámicas no os recomiendo subir hasta arriba. Podréis emplear ese tiempo en descubrir Londres en su parte mas fascinante, a ras de suelo. Así como veo a París como una ciudad de panorámicas, no me sucede lo mismo con Londres. 

Mirad que cielo amenazador sobre nuestras cabezas, menos mal que no llegó
a llover.
Después de la maratón en las alturas volvimos a Bloomsbury para disfrutar de sus plazas, de su ambiente y como no de la ronda tradicional de librerías. En la primera imagen del siguiente cuadro tenéis un pequeño mapa donde he anotado con estrellas violetas algunos de mis lugares imprescindibles de Bloomsbury.
En un pequeño radio tenéis una sugerencia de alojamiento, varias librerías y un salón de té.
Las tres fotos restantes son vistas de Bloomsbury Square, mi square favorita.
El circuito de librerías empezó en the London Review Bookshop. Ya os hablé de ella y de su maravilloso café en la primera crónica londinense. No podéis perdérosla si visitáis Bloomsbury. 

Me encanta el contraste del verde y el dorado de la entrada. Me recuerda a una
biblioteca antigua.
Otra librería que no podéis dejar escapar es el Oxfam Books de Bloomsbury Street. Fue Winnifred quien me descubrió las librerías Oxfam y le estaré eternamente agradecida. Nunca había visitado ninguna y son verdaderas minas de tesoros a buen precio. Si no os importa tener libros de ocasión, viejitos pero con una historia detrás, no dudéis en entrar. En el Oxfam de Bloomsbury tienen un amplio surtido de ficción y no ficción. Me juego lo que sea a que no salís con las manos vacías. 


Y hablando de joyas de ocasión, no puedo más que recomendaros Jarndyce Books. Que alegría haberme atrevido a entrar. Desde fuera, el cartel "especialistas en libros del s.XVIII y XIX" y el timbre dorado al que había que llamar, me impusieron un poco. Pero menos mal que la curiosidad venció a la timidez. En las estanterías verde oliva de esta librería se esconden verdaderos tesoros.
Los precios varían desde lo muy caro a lo muy barato, así que hay opciones para todos los bolsillos. La librera que estaba al cargo de la tienda fue extremadamente amable y paciente con mi inglés. Cuando le comenté que buscaba algún libro escrito por una autora de época, me guió por las estanterías con gran diligencia. ¡Como se nota cuando un librero conoce bien sus fondos y es un apasionado de su oficio! 
En poco tiempo dimos con el ejemplar perfecto. Y a él añadí dos postales ilustradas con portadas antiguas. ¡Tenéis un buen montón para elegir!

Escaparate de Jarndyce, con el ejemplar verde de Cider with Rosie
que me convenció para llamar al timbre y entrar en la librería.

Y para poner el broche final, no podía faltar una visita a Lamb's Conduit y a Persephone. ¿Puede una librería ser más perfecta? Los colores de la decoración, las flores frescas que cambian con el ritmo de las estaciones, las pilas de libros grises y sus marcapáginas… Entrar en Persephone es como entrar en casa. Esta vez me traje un solo libro gris, pero bien gordito :)
Todo Bloomsbury, sus calles, su ambiente tiene el poder de hacerme sentir
como en casa; como si este fuese mi barrio y no tuviese que dejarlo nunca.

Después de comer unos sandwiches en Russell Square, tuvimos que ir haciéndonos a la idea de que en pocas horas ya no andaríamos por las calles de Londres. Para subir el ánimo y ponerle un toque dulce a la despedida nada mejor que un buen té con scones. Ya sabéis que en Londres hay miles de sitios donde disfrutar de un buen té, adaptados a todo tipo de bolsillos. Tea and Tattle el pequeño salón de té que yo os invito a visitar es baratísimo y está realmente rico. 
No tiene perdida porque está justo enfrente de la entrada del British Museum, y aunque os parezca extraño, a él se llega entrando en una librería. ¿Podría ser mejor, libros y té por el precio de uno? :) 
Té de jazmín y scones con mermelada de frambuesa y vainilla. 
Con este tea for two y cargados con las maletas, como siempre algo más pesadas que a nuestra llegada, llegamos a Saint Pancras y nos despedimos de Londres. Nuevas fotos y nuevos recuerdos se vinieron con nosotros para engrosar nuestro baúl personal.

Eso es lo más importante de viajar, no solo descubrir nuevos sitios, sino atesorar recuerdos y vivencias que los hagan especiales. Existe un Londres perfecto para cada uno de nosotros, solo tenéis que recorrerlo arriba y abajo hasta encontrarlo, sin miedo a gastar los zapatos. Pronto algunos rincones os harán sentir como en casa, los haréis vuestros y formarán parte de vuestro Londres particular. Lo mejor de todo, será saber que seguirán ahí aunque pasen los años, esperando el momento en que podáis regresar.                                                                                   Un beso grande a todos y ¡muy feliz fin de semana!                 
PD. Esta semana sin falta os enseño los libros de la maleta londinense. Espero que alguno de ellos os guste y pueda ser material de próxima lectura :)

jueves, 9 de octubre de 2014

Londres me pertenece de Norman Collins

Ejemplar de ocasión que
voy a guardar como un tesoro
Echando la vista atrás, me doy cuenta del intenso paréntesis londinense en el que he vivido estas últimas semanas. Entre las lecturas pre-viaje, la estancia en Londres y los libros que traje de allí, casi ni soy plenamente consciente de haber vuelto a casa. Ando por las calles de camino a la Universidad o al supermercado y no puedo evitar mirar hacia arriba esperando ver la silueta de Saint Paul recortándose en el cielo.
¿Cogí aquel autobús en Marble Arch dirección Hampstead? ¿Paseé realmente por el Embankment al anochecer o todos esos momentos los viví únicamente a través de la ficción?

Me da la impresión de que los paseos ficticios han terminado por enlazarse con los reales, enriqueciéndo mi visión de Londres con mil matices. Quizá por eso miro ahora con tanto cariño todos estos libros que me han acompañado y lo han hecho posible:  Norman Collins y su Londres me pertenece, Jack London y El pueblo del abismo; y por encima de todos, los libros de Virginia Woolf: Noche y día, sus Diarios y la biografía que le dedica Alexandra Harris. 

¿Por donde podría empezar a contaros? ¡Se me agolpan tantas cosas en la cabeza que no quiero olvidar ninguna! Quizá sea buena idea empezar con el libro que me ha brindado la imagen más auténtica y entrañable de  los londinenses, la novela de Norman Collins.

Para situarnos, sobrevolemos a vista de pájaro la ciudad de Londres y detengámonos en la orilla derecha del Támesis. No es esta la parte más opulenta de la ciudad, y bajo la lluvia que cae en esa víspera de navidad de 1938, cuando empieza la acción, aún parece menos atractiva. Pero es aquí donde tenemos que detenernos, en el número 10 de Dulcimer Street, una calle tranquila del modesto barrio de Kennington.


Créditos de inicio de la adaptación
cinematográfica de la novela.
Es en esta finca de pisos de alquiler, dirigida con mano firme por Mrs.Vizzard, donde viven los protagonistas de Londres me pertenece: los Josser, un matrimonio de edad avanzada y su hija Doris, los Boon una señora viuda y su egocéntrico hijo Percy, Mr. Puddy un solterón que alivia las penas comiendo y Connie una excéntrica actriz que, ciertamente, ha conocido tiempos mejores.
Todos ellos son gentes humildes y llevan una vida bastante corriente. ¡Cualquiera diría que sus vidas fueran material de novela!  
Pero a veces,  las historias más emocionantes son las que nacen en el rellano de una escalera. En él pueden vivirse historias de amor, y errores de terribles consecuencias; en él pueden darse las más bellas pruebas de amistad, y crearse lazos de solidaridad capaces de enfrentar cualquier guerra.

En los albores de la II Guerra mundial estas son las vivencias de los habitantes del número 10 de Dulcimer Street. Héroes cotidianos a los que será muy fácil coger cariño y muy difícil olvidar.

Estoy casi segura de que cualquier persona que ame Londres disfrutará con creces de esta novela. Es muy sencillo, todo lo que constituye la esencia misma de la ciudad está presente entre sus páginas. 

Si, han cambiado los edificios y se ha multiplicado el trasiego de gente, algunos valores se han adaptado a los nuevos tiempos... pero aunque hayan pasado casi setenta años desde su publicación, Londres me pertenece podría estar describiendo escenas acaecidas esta misma mañana.  
Escenas londinenses de 1939. Las mismas que podrían haber protagonizado
los personajes de Norman Collins.
Hileras de londinenses siguen corriendo para llegar puntuales a sus oficinas de la City, los salones de té siguen sirviendo casi los mismos menús y las cafeterías donde comer algo a buen precio siguen abarrotándose a la hora punta (aunque antes reinasen los cafés Lyon's y hoy los Pret). 
Las compras en Regent street, los trabajadores ensimismados en el metro… 

Norman Collins conocía  a la perfección los elementos que caracterizaban y constituían la esencia de su ciudad, y los restituyó con maestría en esta novela-homenaje.
Del mismo modo, haciendo gala de esa misma capacidad de observación, minuciosa y humana, creó la galería de entrañables personajes que pueblan sus páginas.

Desde el mismo instante en que cruzamos nuestro camino con el de Mr Josser, cargado con su reloj, sus compras navideñas y abatido por su recién estrenada jubilación, queremos seguirle hacia donde quiera llevarnos. Él es quien nos introduce en Dulcimer street y alrededor suya, de su esposa y de su hija Doris, se irán urdiendo una serie de tramas sencillas con las que resulta muy fácil encariñarse. ¿Conseguirá Doris du independencia? Y Mr Josser, ¿volverá a sentirse útil algún día? ¿Saldrá bien parado Percy del terrible error que ha cometido? Y Connie, ¿sobrevivirá otro día con sus triquiñuelas? 


Momentos de oscuridad y de luz vividos en tiempos de guerra.
Todas estas pequeñas historias cotidianas, de aquel Londres de finales de los años 30 y principios de los 40, forman un precioso testimonio de historia viva, una verdadera postal animada de aquella época de luces y sombras. 
Junto a los protagonistas viviremos los primeros compases de la guerra que se acerca, las evacuaciones de los niños, los partes de la BBC a las ocho, la una, las seis y las nueve; el pánico de los primeros bombardeos…
A veces, los grandes acontecimientos históricos pueden resultar lejanos e impersonales, como si naciesen de ninguna parte y no estuviesen protagonizados por personas reales. Presidentes del gobierno, mandos militares, grandes intelectuales… resulta complicado hacerse una imagen concreta de sus personalidades y motivaciones.

Pero los temores, las alegrías y las esperanzas de los vecinos del número 10 de Dulcimer Street quedan perfectamente claras. Son las reacciones que, en tiempos de paz y de guerra, podríamos experimentar cualquiera de nosotros: los momentos entrañables de ayuda entre vecinos, el apoyo en los momentos más duros; son vivencias que nos interpelan y emocionan como si estuviésemos viviendolas en primera persona.
Esa es la magia de Londres me pertenece: es un libro tremendamente  humano; tanto, que cuando llega la parte más dramática, bajo los bombardeos que asolan la ciudad, no puedes evitar preguntarte si alguno de los personajes ha sufrido algún daño, casi con la misma inquietud que experimentarías si se tratase de un miembro de tu propia familia.

Los Josser, Doris y Bill en la adaptación
cinematográfica de la película. La podéis
ver completa aquí (aunque el argumento
sufre importantes cambios).
Este es exactamente el tipo de novela que a mi me hubiese gustado leer sobre mi ciudad, sobre mi calle y los vecinos que la habitaron y crecieron conmigo. Que alguien los hubiese fijado para siempre en el tiempo con tantísimo cariño.
Y es que no existe equívoco posible, Norman Collins amaba su ciudad y a sus gentes, cada una de las páginas de su novela así lo demuestran. 
Si queréis dar un paseo por Londres, no hace falta reservar ningún billete, solo tenéis que empezar por la primera página, Dulcimer Street os está esperando. 
Es una calle tranquila "que se extiende  desde Dove Street hasta el Swan Walk. Y en ella hay, ciertamente, casas muy hermosas".

Feliz miércoles y ¡muy felices lecturas a todos!

PD. Londres me pertenece ocupa el año 1945 en mi Century of books.